Desde diciembre de 2017, la comunidad Yajotja se encuentra en la inspección de Santa Bárbara de Agua Verde, en La Primavera, Vichada, debido a su desplazamiento desde el resguardo Caño Mochuelo, ubicado en los municipios de Paz de Ariporo y Hato Corozal en Casanare, a causa del conflicto armado, la presencia de actores armados ilegales y múltiples hechos de violencia que los obligaron a salir de ese territorio.
Entre el 30 de septiembre y el 3 de octubre del 2024, la Unidad para las Víctimas visitó la comunidad para avanzar en la respuesta a la Sentencia T-445 de 2022 para asegurar su permanencia y supervivencia.
Esta visita tuvo el objetivo de caracterizar su situación actual, confirmar su intención de reubicarse en el territorio ancestral de Kjeübünakja, ubicado en Santa Bárbara de Agua Verde, y socializar la ruta de retorno y reubicación, fortaleciendo el alistamiento institucional para proteger a esta comunidad.
Lo anterior, debido a que en la actualidad 17 familias viven en aproximadamente 1,5 hectáreas de tierra no titulada, situación que les obliga a hacer largos recorridos para cazar, pescar y recolectar alimentos.
Durante la visita, en consideración de la situación humanitaria de la comunidad, la Unidad para las Víctimas realizó la entrega de herramientas para labores agrícolas, de caza, pesca y recolección, además de elementos de cocina y habitabilidad esenciales para el día a día de las familias. Estos insumos buscan contribuir a la pervivencia de la comunidad mientras se consolida una respuesta institucional más amplia.
Comunidad Yajotja del pueblo Waüpijiwi
La comunidad Yajotja pertenece al pueblo Waüpijiwi, que significa “gente del Vichada”, y su territorio ancestral abarca el corredor entre el río Meta, al norte, y el río Tomo, al sur, en el municipio de La Primavera. El pueblo Waüpijiwi está conformado por cerca de 260 personas, distribuidas en dos comunidades únicas en el mundo: El Merey, ubicada en el resguardo Caño Mochuelo y Yajotja, situada en La Primavera.
Por su parte, la comunidad Yajotja, compuesta por 17 familias con cerca de 70 personas y, lleva el nombre de un ancestro y médico tradicional que murió a mediados del siglo pasado en Caño Venado, resistiendo la colonización y los asesinatos masivos de indígenas.
En 1982, como medida de protección, el pueblo waüpijiwi fue trasladado a la reserva indígena Caño Mochuelo, la cual se constituyó como resguardo en 1986, agrupando a nueve pueblos indígenas, cinco de ellos de tradición cazadora y recolectora.
Llegar a la comunidad Yajotja: entre el río Meta y las sábanas inundables
La inspección de Santa Bárbara de Agua Verde se encuentra a orillas del río Meta, a 95 kilometros del casco urbano de La Primavera y frente al Casanare. Este lugar, célebremente retratado por José Eustasio Rivera en su obra La vorágine, denuncia las injusticias y condiciones inhumanas que padecieron los pueblos indígenas esclavizados por los empresarios caucheros a inicios del siglo XX.
Para llegar desde Puerto Carreño, capital del Vichada, es necesario navegar por el río Meta hasta el municipio de La Primavera, en un trayecto de aproximadamente seis horas y media. Si se viaja desde Bogotá, el recorrido comienza por tierra hasta Puerto Gaitán, donde se toma una ruta fluvial de seis horas, iniciando en el río Manacacías y continuando por el río Meta hasta el puerto fluvial de La Primavera.
Desde el casco urbano de La Primavera, el acceso a la comunidad Yajotja puede ser por vía fluvial o terrestre, según la temporada. En verano, entre noviembre y abril, el camino es terrestre, siguiendo la ruta nacional 40 hacia Puerto Carreño. Dado que no hay transporte público directo, es necesario contratar un vehículo 4×4 para enfrentar las difíciles condiciones de las vías terciarias, que incluyen zonas de sabana inundadas y tramos de barro y huecos. En condiciones óptimas, el trayecto toma unas tres horas y media, siempre y cuando no haya problemas mecánicos.
En temporada de invierno, entre mayo y octubre, el acceso es fluvial en lancha rápida. Partiendo desde el muelle de La Primavera y navegando hacia el este por el río Meta, el viaje dura alrededor de una hora y media hasta el puerto de la inspección de Santa Bárbara. Desde allí, el recorrido final es por tierra, con unos veinte minutos adicionales en un vehículo 4×4 o motocicleta hasta la comunidad Yajotja.
Violencias y resistencias actuales ante el exterminio
Desde su desplazamiento en diciembre de 2017, la comunidad Yajotja ha enfrentado graves vulneraciones a sus derechos. Las restricciones territoriales, los conflictos con colonos que limitan sus prácticas ancestrales de caza, pesca y recolección, la violencia sexual y la presencia de actores armados han creado un ambiente de constante intimidación. Además, las dificultades para acceder a servicios de salud de calidad y a una educación han dejado a la comunidad en una situación de extrema vulnerabilidad.
Acceder a sus alimentos tradicionales es difícil. La caza en terrenos privados de campesinos y colonos se vuelve inviable por los frecuentes altercados con los vecinos. De igual manera, la recolección de semillas y frutos en la ribera del río se ve restringida, lo que obliga a la comunidad a realizar recorridos cada vez más extensos para buscar alimentos. Las 1,5 hectáreas que habitan actualmente son insuficientes para el cultivo de alimentos que abastezcan a la comunidad.
A pesar de estas limitaciones, algunas familias mantienen pequeños cultivos de yuca dulce, papaya, maíz, batata y algunas plantas medicinales. Las condiciones de habitabilidad también son precarias; las viviendas, construidas con palos de madera y techos de plástico que los fuertes vientos han dañado, no pueden ser reparadas de manera tradicional (con hojas de palma de moriche, por ejemplo) debido a la escasez de recursos naturales en su área actual.
La precariedad del acceso a servicios de salud en la región ha provocado la pérdida de cuatro miembros de esta pequeña comunidad desde 2018, incluyendo a un bebé de seis meses y un niño de siete años. Actualmente, un mayor de la comunidad se encuentra en estado crítico de salud y corre riesgo de vida.
Durante la visita, la comunidad manifestó su preocupación por situaciones de intimidación hacia mujeres y niñas, que afectan su seguridad y bienestar en el contexto del territorio. Ante estas condiciones, se reconoce la urgencia de articular una respuesta institucional que promueva la protección y el apoyo adecuado a la comunidad, en el marco de sus derechos y su permanencia en el territorio.
Un pueblo en resistencia
Frente a todas las vulneraciones descritas y otras que no alcanzan a cubrirse en un solo artículo, la comunidad ha desarrollado formas de resistencia y respuesta. Desde diciembre de 2017, sus integrantes han permanecido en el lugar que sus ancestros habitaron, negándose a abandonar el territorio en el que se forjó su historia milenaria.
Para consolidar su presencia, la comunidad ha conformado una junta de gobierno propio, que orienta su organización interna y representa sus intereses ante instituciones y comunidades vecinas. Un papel fundamental lo desempeña la guardia indígena, creada en 2017, integrada por cazadores que también velan por el orden colectivo bajo la guía del médico tradicional y la autoridad política de la comunidad. Esta guardia ha sido crucial para enfrentar situaciones de riesgo, actuando como un freno frente a posibles agresores externos. “Si vienen, ya saben que está la guardia”, afirma Nancy Wemey, capitana de la comunidad.
Los bailes tradicionales y los encuentros son también parte esencial de la vida comunitaria y del vínculo con el territorio. Bailes como el wüabeiba, invitan al encuentro y al intercambio. La comunidad bendice los alimentos y el agua y celebra el ciclo de crecimiento mediante la danza.
En el mismo sentido, a través de caminatas por el territorio para la recolección de frutos, como los de las palmas de seje, cucurita y moriche, se transmiten los saberes ancestrales. El moriche, además de ser una fuente de alimento en forma de nuez, aceite y almidón, es esencial para la construcción de las viviendas tradicionales.
El camino hacia Kjeübünakja, el territorio ancestral
La comunidad Yajotja ha visto sus derechos territoriales y su identidad cultural reconocidos y protegidos a través de la Sentencia T-445 de 2022. En abril de este año, los integrantes de la comunidad fueron formalmente reconocidos como víctimas de desplazamiento forzado, lo que permitió a la Unidad para las Víctimas iniciar la ruta establecida para los procesos de retorno y reubicación, en busca de recuperar su territorio ancestral y restablecer sus derechos.
Aunque la comunidad retorna a su tierra milenaria, la política pública de víctimas contempla un plan de reubicación, ya que el desplazamiento ocurrió desde el resguardo Caño Mochuelo.
Temas recomendados
A pesar de los desafíos, la comunidad Yajotja continúa luchando por mejorar sus condiciones de vida y preservar su cultura. Su resistencia es un testimonio de su fortaleza y compromiso con la protección de su identidad y territorio. La sociedad colombiana y el Estado tienen ante sí comunidades que poseen conocimientos ecológicos únicos, sistemas alimentarios propios, valores espirituales y variedad dialectal, entre otros, que merecen protección. Contribuir a la pervivencia de estas comunidades es responsabilidad de todos.