Arenillo, Pradera, historia de renacimiento después del conflicto

Las comunidades de Arenillo, La Ruiza y los Pinos, culminaron su proceso de reparación para avanzar en el fortalecimiento de sus atractivos turísticos y ecológicos, así como en sus iniciativas productivas.

El río Flores Amarillas se vistió de pétalos coloridos en señal de gratitud y renacimiento. La ofrenda floral fue depositada en la corriente de agua por habitantes de Arenillo, La Ruiza y Los Pinos, que en conjunto conforman en sujeto de reparación colectiva de Arenillo, Pradera.  

Con ese acto especial, se dio cierre al Plan Integral de Reparación Colectiva de esta comunidad, cuyo proceso comenzó a ejecutarse en el 2017, poniendo en marcha una serie de acciones que contaron con el decidido empuje de la comunidad y el apoyo institucional. 

“Reparar es un derecho de los pueblos y se repara para seguir adelante y seguir soñando. La vida de los pueblos arrasados por la guerra se sostiene por el liderazgo y la fuerza de su gente”, enfatizó la directora de la Unidad para las Víctimas, Lilia Solano. 

Las palabras que acompañaron ese momento dieron cuenta de un proceso de mucho esfuerzo, nacido del dolor, pero que hoy da hermosos frutos. “Esto es algo inolvidable. Lo vivido con el conflicto fue duro, pero nos hemos puesto de pie y este proceso de reparación colectiva nos deja plantada la semilla para seguir adelante”, dijo Francisco Guegia, uno de los líderes de la comunidad. 

La historia de este territorio está marcada por un periodo cinco años (entre 1999 y 2004) en el que sus habitantes padecieron confinamiento por parte de grupos de autodefensas, sufriendo hechos como asesinatos, amenazas, violencia sexual, la afectación de sus actividades productivas y de su vida comunitaria. Muchos de sus moradores se desplazaron a otros lugares y la soledad fue una constante por en estas tierras.  

La reconstrucción del tejido social y de la vida misma del pueblo no fueron sencillas. Creer que esto era posible y que podían levantarse de los golpes causados por la guerra era el primer gran reto. Así lo cuenta Carlos Ceballos, presidente de la Junta de Acción Comunal de Arenillo, quien recuerda las reuniones, para intentar pegar los pedazos de una comunidad adolorida por el conflicto, pero que le apostó al renacimiento.  

Dentro del proceso de reparación se dieron acciones determinantes como la construcción y recuperación de su infraestructura social y comunitaria con el salón comunal, y el espacio para las brigadas de salud. Asimismo, la realización conjunta de proyectos productivos con un énfasis especial en el cultivo de la trucha y el turismo ambiental y ecológico.  

Esto significó el fortalecimiento de la capacidad de organización, de los liderazgos, capacitaciones, un intenso trabajo psicosocial con la comunidad para la reconstrucción de sus lazos sociales e incontables mingas de trabajo comunitario. 

También, la entrega de un bus tipo chiva a la comunidad se convirtió en un hito que apuntaló aún más el sueño del proyecto turístico, pues con este medio de transporte se hacen paseos y rutas por diversas regiones del país.  

Esta tierra deleita hoy en día con la suavidad de su Café Pinor, marca propia y un producto del renacimiento de este territorio. También se destaca la creación del Festival de la Trucha, que, desde hace seis años, en noviembres atrae a cientos de visitantes. 

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La historia de Arenillo y de sus 60 familias aún tiene muchos capítulos pendientes por ser escritos. Sus habitantes, continúan siendo artífices de sus propios cambios para constituirse, cada vez más, en un pueblo de puertas abiertas a la esperanza.