Escudo de Colombia y texto de la Unidad para las Víctimas
Historias de vida

Jairo Tovar y Yosmith Pérez

“Nuestra vida continúa, ni el conflicto armado logró detener el sueño de salir adelante”

Suena la alarma, son las 4:00 a.m. Jairo despierta y prepara el primer café del día mientras Yosmith, su esposa, levanta al primogénito para que pueda asistir puntual a la Universidad en donde se prepara para ser un profesor de idiomas. Entre tanto, los nietos, lentamente por el dejo del sueño que aún está latente, se visten y toman alimentos para ir al colegio.

Un bulto con más de doscientas mazorcas espera a Jairo en el patio de la casa. Son como un tesoro para el sostenimiento económico de la familia. Deben ser cepilladas y pulverizadas para hacer los famosos bollos de mazorca, de angelito y maíz con queso, que se distribuyen día a día en diversos sectores de la ciudad de Santa Marta, en el Magdalena, bajo el nombre de su emprendimiento: “El Yonki”.

Hoy reina la tranquilidad y se siente la prosperidad, pero hace 12 años la situación era muy diferente. Con machetilla en mano, en medio del pele que pele de las mazorcas, Jairo Tovar no demuestra rabia o rencor cuando recuerda cómo en ese tiempo Jairo Antonio Martínez Rosales, alias ‘Jeringa’, líder de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) en el sur del Bolívar, decidió ponerle un cartel imaginario en el pecho y declararlo objetivo militar, cuando vivían en San Martín de Loba (Bolívar).

“Estuve trabajando en Venezuela y de ese viaje alcancé ahorrar 5 millones de pesos y traje un minicomponente, monté un negocito pequeño en el pueblo que me vio crecer y donde me conocí con mi actual pareja, y nos pusimos a vender pasteles, bollos, cervezas. Luego hice un préstamo e invertimos en el negocio; hasta mercancía distribuíamos”, recuerda Jairo con nostalgia y resignación.

La prosperidad, sin embargo, no duraría mucho. Martínez Rosales, quien delinquía bajo el mando de Salvatore Mancuso Gómez, cabecilla del Bloque Córdoba de las AUC en el año 2005, daba la orden a sus subalternos de pedir en la tienda de Jairo y Yosmith todo lo que necesitaran para el sustento del grupo armado ilegal. Así, acabaron con la tranquilidad y la armonía de la familia, que vivía de la tienda de rancho, víveres y licores.

“Comenzaron por una bolsita de sal, otro día regresaron por otras cositas, pero una noche tocaron a la puerta y me exigieron en nombre de su comandante una canasta de cerveza, hielo, un cd de corridos prohibidos y un abanico, y aunque les mencioné que solo tenía 2 abanicos el de mi hijo y el mío, me dijeron que el mío debía ser entregado”, cuenta Jairo.

Pedidos que cambiaron la vida

Los pedidos de las AUC en la tienda de Jairo y Yosmith aumentaron con rapidez. “Me obligaron a llevarlos a una loma y al siguiente día subí por mi canasta de cerveza, y desde ese momento comenzaron a ir día por medio y hasta con lista en mano de productos que ellos necesitaban, a la quinta les negué los objetos porque hasta el momento no me habían pagado y los amenacé con una pistola de juguete”. Desde ese instante Jairo fue declarado objetivo militar.

Ya no eran suficientes para el sostenimiento de la familia los bollos ni las galletas, amasadas y horneadas por Yosmith, de maíz con leche, anís, harina, y aceite. Cumplir con los encargos del día en la improvisada fábrica que armaron en el patio de la casa ubicada en la urbanización Ciudad Equidad, no alcanzó entonces para vivir igual que antes.

Negar los pedidos al grupo de Autodefensas fue una sentencia de muerte para Jairo; le tocó desplazarse a un corregimiento cercano. Pero ahí tampoco estaría tranquilo. Poco tiempo después dos hombres armados se acercaron y le preguntaron a un vecino por él.  “Mi vecino se acercó muy agitado y nervioso, me comentó que unos tipos en moto me estaban buscado y estaban armados, dijeron que yo estaba en la lista de muerte. Tomé a mi esposa e hijos y hasta el sol de hoy no he vuelto jamás a San Martín de Loba”.

Nadie es profeta en su tierra

Jairo y su familia llegaron a Santa Marta, donde él declaró ante el Ministerio Público, el 14 de octubre del 2005, haber sido desplazado del sur de Bolívar.  En ese momento comenzó su ruta de reparación integral y la prosperidad se empezó a acercar otra vez a su vida.

Eran buenas noticias, pero llegaron a la vez otras que podrían haber sido desalentadoras. En medio del proceso de reparación fue diagnosticado como paciente con enfermedad renal crónica.

La enfermedad, no obstante, no ha sido un impedimento para salir adelante. “En medio de mi enfermedad, me capacité, recibí ayuda de varias instituciones del Estado e hice talleres de fortalecimiento de negocio y con Capital Semilla tuve apoyo económico y material para continuar con el mismo proyecto ya emprendido en San Martín de Loba”, cuenta Jairo.

Capital Semilla es una convocatoria en la cual participan emprendedores, entre ellos sobrevivientes del conflicto armado, y cuenta con el apoyo de Innpulsa Colombia, la Cámara de Comercio de Santa Marta y la red de Emprendimiento del Magdalena.

“Con ese impulso logramos crear la marca ‘Productos típicos el Yonki’ y vendemos alrededor de 300 bollos diarios, más de 150 galletas, también tenemos kequi, cuca, cortado, almojábanas, entre otros productos; además, me indemnizaron administrativamente a mí y a mi hijo y la familia recibió más de 10 millones de pesos”, relata con emoción.

En sus palabras no expresa ningún rencor. “A los victimarios solo les pido que le pidan perdón a Dios y a las víctimas, que no les guardo rencor, que se arrepientan y que aunque me causaron daño, no les guardo ningún resentimiento. Algún día sueño con volver a mi tierra, estoy aquí porque debo enfrentar la enfermedad, pero si pudiera retornar a mi pueblo sería el hombre más feliz”, concluye este hombre cuya resiliencia le ha permitido seguir prosperando al lado de su familia.

Jairo y Yosmith sueñan con convertir su negocio en una microempresa. Ya están registrados en la Cámara de Comercio y poco a poco han podido superar las barbaries del conflicto armado. “Nuestra vida continúa, ni el conflicto armado logró detener el sueño de salir adelante”, enfatiza él con su acostumbrado optimismo.