Escudo de Colombia y texto de la Unidad para las Víctimas
Historias de vida

Wilson Hernán Benavides Martínez

“Peluqueando” los traumas de la guerra

Casi no lo logra. Durante 13 años, Wilson no pudo adaptarse a la vida. Los episodios de extrema ansiedad lo mantenían aislado. Nada para él tenía sentido, no tenía metas ni proyectos. Solo desde hace un lustro lo ha podido hacer. Pese a todo, su situación no fue la peor: después de 21 años de aquellas 25 horas de repeler un ataque guerrillero contra la base antinarcóticos de Miraflores, Guaviare, otros militares y policías aún no lo logran. Algunos, incluso, cayeron en la drogadicción y han habitado las calles.

Enfrentar el estrés postraumático puede ser mucho más difícil y, sobre todo mucho más largo que, incluso, responder a las balas y a los cilindros de gas y soportar durante tres años de cautiverio el encierro entre alambre de púas y otras torturas y tratos degradantes. 

Wilson necesitó “medicamentos, terapias con profesionales, aprender a meditar, a respirar, acercarme más a las personas, escuchar más, la lectura que me ha ayudado mucho, y la capacidad de resiliencia que, yo creo, está en los genes de los colombianos”, dice y sonríe. Siempre sonríe.

El exdragoneante fue uno de los 72 sobrevivientes y 9 familiares de uniformados muertos que el 3 de agosto recibieron la medalla “Fe en la causa” y una placa como reconocimiento a su valentía en ese fatídico día y durante el secuestro. La Unidad para la Atención y Reparación a las Víctimas y las Fuerzas Militares les rindieron homenaje con un acto especial que se llevó a cabo en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación ubicado en Bogotá.

Solo en los últimos cinco años, de los 41 que tiene, Wilson pudo empezar a retomar su vida familiar, laboral y social. Ese tiempo le ha bastado para aumentar su nivel académico más allá del tercero de primaria que tenía antes de la toma. Ya terminó sus estudios primarios y secundarios, hizo cursos técnicos de ebanistería y de estética y algunos diplomados, y empezó a concretar el proyecto productivo con el que sueña: una cadena de barberías-peluquerías. Aunque empezar con una, por ahora, será suficiente.

“Mi proyecto consiste en peluquerías y barberías integrales que puedan generar empleo a otras personas. Solo necesito abrir el primer negocio y todo vendrá por añadidura. Yo me he mantenido de una pensión del Estado por incapacidad permanente, pero no quiero ser una carga, quiero aportar a Colombia. La idea es vincular desplazados y que se beneficien, porque esto genera los recursos de inmediato. Hay gente que sabe mucho”, dice con el optimismo y las ganas de trabajar y de servir que lo han caracterizado.

Este hombre delgado, moreno, oriundo de El Peñón, Cundinamarca, siendo niño trabajó en construcción y viajó a las minas de esmeraldas de Muzo (Boyacá), “a ver si me engüacaba”, recuerda y suelta la risa. Pasó un tiempo, vino un domingo a Bogotá, con citación, a presentarse al examen físico de aptitud para el servicio militar y un día después ya estaba en Miraflores, Guaviare.

En la base antinarcóticos estuvo 14 meses hasta que llegaron las Farc y con su ataque dejaron 16 muertos, 27 heridos y 129 secuestrados, entre los que estaba el entonces dragoneante Wilson Benavides.

“Cuando salí, trabajé un tiempo, pero no me pude adaptar por el estrés. Luego aprendí ebanistería pero me estaba estresando el sonido de las máquinas y empecé a buscar otros oficios; la peluquería-barbería es un arte muy bonito, en el que se socializa fácil y lo hago muy bien”, cuenta.

El proyecto está en marcha. “Wilson Estilistas” ya está anunciada en las redes sociales de Internet, ya imprimió tarjetas de presentación, compró implementos como secadores, cepillos, peinillas, tijeras, afeitadoras, pero falta lo más costoso: las sillas. Cada una, nueva, puede costar alrededor de dos millones de pesos, aunque él, con sillas usadas queda contento y su fe en que las va a conseguir, da la certidumbre de que así será.

“Necesito recursos para comprar las sillas, que es lo más importante, tengo deudas ahora y no sé cómo me pueda endeudar más (ríe) pero estoy buscando por todo lado”, dice confiado.

Esa confianza la transmite siempre, también a sus compañeros de infortunio en Miraflores, que lo han convertido en uno de sus líderes porque procura buscar espacios para dar a conocer la situación de todos ellos, y evitar que sigan desempleados y caigan en las situaciones dramáticas que genera la drogadicción o el alcoholismo.

“Que los atiendan, que los convoquen para que sepan cuáles son sus derechos, que tengan espacios para expresar sus necesidades, sus secuelas, muchos no tienen empleo, algunos no han recibido tratamiento adecuado para el estrés postraumático y eso nos afecta a todos. Lo que ellos no expresan yo trato de identificarlo y lo expreso. Además, fui dragoneante de ellos en el Ejército”, afirma Wilson.

No se ha casado, no tiene hijos, vive solo, pero mantiene una relación cercana con su hermano, su papá y su mamá y otros familiares que lo acompañaron al homenaje. Con la medalla puesta a la altura del pecho, en el lado izquierdo de la chaqueta azul de paño, y con la placa conmemorativa en la mano, Wilson atendió a los medios de comunicación y expresó su agradecimiento.

“Me siento muy orgulloso de ser colombiano y creo en el trabajo de las instituciones. Visibilizarnos ya es una puerta gigantesca que se abrió para todos los soldados y policías del país que han sufrido el flagelo de la guerra”, dice antes de destacar el taller psicosocial que la Unidad para las Víctimas realizó con los homenajeados: “Me pareció excelente, liberador, me fortaleció en ese momento. Se deben hacer otros talleres así”, exhortó con el optimismo que le permite confiar en que eso también se convertirá en realidad.

(Fin/DRR/LMY)