Escudo de Colombia y texto de la Unidad para las Víctimas
Historias de vida

María Angélica Olivera

Las cosas al Derecho

Así es la historia de María Angélica Olivera, hija de víctimas del conflicto, que busca sacar adelante a su familia a través de su carrera universitaria. Cuando los sueños vienen del corazón, ella sabe que la lucha es constante y no se puede dar paso al desfallecimiento.

Por: Paola Vannesa Romero. 

De pequeña jugaba con los “chocoritos”, las muñecas y a las cuerdas en el parque, con su hermana, sus primitos y amigos. No era mucho de andar “callejeando” pero cuando estaba afuera, disfrutaba cada momento que la hacía feliz siempre y cuando el viento cálido los acompañara. Adentro no había lugar para tristezas, todo lo contrario, siempre estuvo lleno de paz y libros, muchos libros que la llevaban a viajar por los cuentos, las novelas, la poesía y todas aquellas hojas que la invitaban a volar con su imaginación. 

Esos libros con los que María Angélica Olivera se enamoró de las letras incluyen “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada”, “Doce cuentos peregrinos”, “El general en su laberinto”, y la cuenta sigue. Precisamente de este primero hubo una enseñanza que le retumbó en su mente: “A pesar de cualquier sufrimiento siempre voy a saber sobrellevarlo y salir de eso; no hay dolor que dure 100 años, no hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista”. 

Ese poder de superación y resistencia lo aprendió por el ejemplo vivo de sus padres, tocados por la violencia que azotó a El Salado hace ya 20 años. “Es más un proceso interno de ellos de asumirlo y para seguir adelante. Yo no tengo recuerdos de eso porque tenía un año”, de ahí que ellos sean sus súper héroes y que ella se soporte en sus enseñanzas. 

“Mis papás siempre han luchado por mí, ellos luchan, si no tienen, se lo buscan, a pesar de que no tienen muchos estudios, se esfuerzan por algo para que sea mío y dicen que yo debo luchar por lo mío. Siempre me dicen, tú puedes, vas para adelante. Eso me ha quedado en la cabeza”, afirma María Angélica. 

Con un poco más de dos décadas encima, tiene como premisa “el respetar a los demás aprendiendo a escuchar”, y cómo aprender a escuchar a los demás si no se tienen esos momentos a solas con uno mismo, para escucharse, para meditar, para leer. Eso, leer, una de sus más grandes pasiones que surgió desde muy pequeña y fue puliendo con los años. “Yo nunca fui de las que compró el resumen del libro, no. Me gustaba leerme todo el libro. Fui creando ese hábito y ahora me ha tocado leer más que todo sentencias”. Si bien el cambio es un poco abrupto, para ella no lo es porque ya avanza en noveno semestre de Derecho. 

Y, ¿Por qué estudiar Derecho? “Desde siempre cultivé el hábito de la lectura, estaba en un conflicto interno por cuál carrera me iba. A Ingeniería Civil me presenté, pero no pasé. Me inclinaba también por la Comunicación y en el preuniversitario me inculcaron mucho la lectura. Desde pequeña tenía un profesor que me decía que tenía talante para ser abogada”, y esto fue porque su profesor vio en ella la buena interpretación, el darse a entender su personalidad aguerrida. “Me di cuenta de que me gustaba mucho lo relacionado con el Derecho, las cosas a las que tengo derecho en todos los ámbitos. A raíz de lo vivido con mis padres en El Salado, me gustó la idea de saber y entender qué derechos tenemos”. Y precisamente es el Derecho Administrativo su fuerte, su interés principal, aunque se pelean ese espacio el Derecho Tributario y Laboral 

Ella sería la primera en recibir un título como abogada en la familia en la Universidad de Cartagena. una prima suya le sigue sus pasos, pero no ha terminado. 

María Angélica ha podido estudiar ya que es una de las beneficiarias del Fondo de Reparación para el Acceso, Permanencia y Graduación en Educación Superior para la población víctima del conflicto armado en Colombia, que lidera la Unidad para las Víctimas, por ello no duda en hablar de él: “Destaco del Fondo que me ha brindado la posibilidad de estudiar sin problemas. Desde primer semestre han cancelado todo, me brinda también un apoyo de emprendimiento. El Fondo ha sido una ayuda muy grande porque mis papás no tienen recursos para pagarme las carreras”.  

Ella pertenece a un grupo de jóvenes que ayuda a otros jóvenes víctimas “y hay otro grupo que es de la Unidad en la universidad, en ambos he participado activamente”. 

Las playas de Cartagena son su hogar desde que tenía cuatro años y han sido testigo de los suspiros cuando piensa y lucha por sus sueños: abrir su propio bufete de abogados con sus propios asociados, “mi propia marca de abogados especializados en distintas áreas del derecho”. Este sueño quedaría incompleto sino tuviese anhelos a nivel familiar: “Quiero brindarles a mis papás garantías y beneficios que no tuvieron en su juventud a raíz de la violencia, porque mi motor es el carácter que siempre he guardado de mí misma, de ser más y no menos, de querer sumar y no restar. Yo no me quedo esperando a que las cosas lleguen, sino que voy buscando algo para mis estudios y cada proyecto que emprendo”. 

Admira profundamente a un profesor especialista en Derecho Administrativo, Néstor Osorio, un especialista respetado por sus conocimientos, su perfil, su misma historia de vida y cómo ha crecido profesionalmente. “Me parece un excelente profesional”, dice aquella joven que vende artículos de vestir para sustentar sus gastos y con orgullo lo hace. 

En sus ratos libres acomoda sus horarios para el ejercicio, la lectura, deleitarse con la música, reunirse con sus amigos y asistir a la iglesia. Sabe que el camino es largo, pero no imposible y poco a poco va mejorando sus conocimientos, sus conversaciones y hasta ese bendito mal hábito de levantarse tarde en ocasiones. “Quiero cambiarlo. Cuando tengo un compromiso me levanto temprano, pero de resto, no lo hago y quiero cambiar eso”, reconoce entre risas. 

Honra a su abuelo, aquel que siempre le ha enseñado con su ejemplo que se debe perseverar en la vida, porque “él todo se lo ha ganado con su sudor, ha trabajado muy duro y eso es lo que admiro mucho de él”. Ese mismo hombre que recuerda cómo su pequeñita jugaba en el parque con los “chocoritos”, las muñecas con su hermana, sus primitos y amigos.