Escudo de Colombia y texto de la Unidad para las Víctimas
Historias de vida

Liliana Mosquera Murillo

Sabores, saberes y costuras

Por Jhon Carlos Rincón

Al ver su rostro alegre con amplia sonrisa, nadie imaginaría que detrás de esta mujer con actitud valiente y decidida para enfrentar la vida hay una historia marcada por el temor, el miedo y la desolación que sembraron en su entorno grupos al margen de la ley que la obligaron a abandonar a los suyos, su tierra y, de paso, dejar atrás lo que con esfuerzo había logrado construir. Esa fue la única opción que le dejaron a Liliana Mosquera Murillo para proteger su vida y la de su hijo.

“Mis padres son de Tadó (Chocó) y Apartadó (Antioquia), nací en Cali, pero me crie en Buenaventura donde tenía un pequeño restaurante, un negocio que iba avanzando. Allí ya había comprado una casa y vivíamos bien, pero me tocaba pagar ´vacuna´ para que me dejaran trabajar”.

Pero eso no fue todo. “Luego empezaron las amenazas de los grupos ilegales que se peleaban el territorio y querían reclutar a mi hijo. Tuve mucho miedo porque es mi único hijo y en ese entonces tenía solo ocho años. Por eso decidí salir con él y buscar un futuro diferente en otro lugar”, recuerda.  

Liliana evoca con tristeza la situación que vivió en aquel entonces porque no fue fácil. Tuvo que vender su casa prácticamente por lo que le dieran: el negocio debía hacerse rápido y se cerró por sólo 1 millón 300 mil pesos. También vendió los enseres y los electrodomésticos y, con ese dinero, el 28 de julio de 1998 arregló un par de maletas y tomó rumbo a Bogotá con su pequeño.

De mucho le sirvió estar acostumbrada a trabajar y a producir desde muy pequeña en Buenaventura, donde había ayudado a sus hermanas con la venta de productos y bebidas tradicionales. Pero aún así, al llegar a Bogotá se estrelló de frente con otra realidad. “Llegué a trabajar en casas de familia en donde muchas veces me sentí discriminada. Hubo personas que me ayudaron, pero también otras que me trataban mal, que no se sentían cómodas conmigo, tal vez por el color de mi piel o porque venía de otro lugar”. Fueron días difíciles en los que si ella conseguía para el arriendo, no conseguía para la comida.

Corte y confección

La escasez y el hambre la golpearon duro. Llegaba a las bodegas de Corabastos en busca de comida, recogía lo que encontraba más o menos en buen estado y a veces algunos comerciantes le obsequiaban tomates, papas, zanahorias y otras hortalizas con lo que lograba llevar alimento para su hijo.

En Bogotá vivió 17 años. Su hijo iba creciendo, estudió el bachillerato y posteriormente estudiaría Administración en salud ocupacional con su apoyo, algo que la llena de orgullo porque sus esfuerzos se vieron recompensados al verlo convertido en un profesional. Pero lo que le daría un rumbo diferente a su vida fue la posibilidad de hacerse experta en elaboración de ropa exterior y en el manejo de máquinas de confección.

“Vivía en el barrio Britalia. Un día llegaron a ofrecer una charla en el salón comunal para personas vulnerables, un programa del Distrito que ofrecía capacitación en el SENA para aprender el manejo de este tipo de maquinaria. Me interesó muchísimo y empecé a prepararme. Estudié manejo de máquinas industriales y máquina plana y de esa manera encontré la forma de subsistir”.

Con el acumulado del subsidio familiar que recibía su hijo, logró completar el dinero para comprar su primera máquina de coser. En su casa puso un letrero y empezó a hacer prendas. Así obtenía el sustento y lo complementaba con un trabajo los fines de semana en un restaurante en Fusagasugá. Su hijo también puso su grano de arena: antes de ir a la Universidad, prestó servicio militar en la Policía y con la asignación que recibía pagaba una cuota mensual con la que, al finalizar el año 2009, le obsequió una máquina fileteadora industrial, lo que le ayudó a seguir creciendo económicamente.

La llegada a Ibagué

En Bogotá se acogió a un proyecto de vivienda que incluía a víctimas del conflicto y personas en condición de vulnerabilidad. “El proyecto 7310 que amparaba a población vulnerable en Cundinamarca. Eso nos dio la oportunidad de obtener un crédito de vivienda. Con el préstamo me quedaba más fácil comprar en Ibagué, era más económico, me quedaba más cerca de la familia. No lo pensé dos veces y aquí estoy en esta hermosa ciudad desde el 2013”.

En Ibagué continuó con labores de confección. Tres años más tarde empezó a desarrollar un trabajo social para visibilizar y apoyar a su comunidad en la vinculación de familias afrodescendientes en procesos productivos enfocados en mejorar sus condiciones de vida.

Hoy, Liliana ha logrado convertirse en la principal promotora de la cultura, de los conocimientos, de la gastronomía y las riquezas de su amado pueblo del Pacífico colombiano en el Tolima. Los emprendimientos o proyectos productivos que viene apoyando están basados en las costumbres, saberes y sabores de la cultura de su región de origen, en lo que ella ha denominado la Casa de eventos del Pacífico, un colectivo conformado por 32 mujeres.

“Con nuestros productos salimos a ferias invitadas por alcaldías o gobernaciones. Aprovechamos para hablar del origen de nuestra cultura, de las enseñanzas de nuestros abuelos y las impresionantes riquezas, tradiciones y cocina que nos dejaron. Todo eso representado en productos como cucas, cocadas, pescado encocado, ceviche, arrechón, viche, crema de viche o el curado, que tiene más de 40 plantas medicinales con muchísimos beneficios para la salud; también mostramos los trajes típicos y otras prendas que elaboran mujeres costureras que también integran nuestro grupo”.

La Unidad para las Víctimas ha jugado un papel muy importante en la consolidación de estas unidades productivas a través de aliados como la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), brindando capacitaciones para el fortalecimiento de emprendimientos que Liliana Mosquera ha logrado orientar hacia su gente. Se trata de programas diseñados para fortalecer las ideas de negocio de la población víctima que consta de varias fases y que incluye la dotación de utensilios, mobiliario o elementos propios para desarrollar y afianzar proyectos productivos.