Escudo de Colombia y texto de la Unidad para las Víctimas
Historias de vida

La familia Rosero

La familia Rosero, ejemplo de superación y resiliencia

Jairo y su familia reunieron el dinero de la indemnización que les entregó la Unidad para las Víctimas y así lograron sacar adelante un emprendimiento familiar, con el cual se sostienen actualmente.

La violencia y el rugir de las balas segaron la vida de varios de sus amigos y conocidos, pero nada pudo opacar su valentía y sus ganas de salir adelante. 

Jairo Ancízar Rosero, campesino de nacimiento, dedicado a las labores agrícolas por convicción y administrador financiero de profesión, salió huyendo de su natal Puerto Guzmán (Putumayo) en el año 2002. 

Desde joven incursionó en la política, se hizo concejal con apenas 20 años, pero sus ideales iban en contravía de los cabecillas de los grupos ilegales que rondaban el municipio por aquella época. “Los concejales éramos perseguidos por la situación de lucha contra la corrupción, vi amenazada mi vida y la de mi familia y por ello tomé la decisión de renunciar y salir a la ciudad de Mocoa a buscar un nuevo espacio y un nuevo horizonte para mi familia; gracias a Dios las cosas nos han funcionado, hemos sacado adelante nuestras vidas y la de nuestros hijos”.

Cree que la vida les tiene destinadas grandes cosas, asegura que está contando el cuento de milagro pues al tener un revolver apuntándole de frente vio pasar toda su vida por su mente en cuestión de segundos. “En caso de que yo hubiera faltado o me hubiera pasado algo el tema hubiera sido más difícil para la crianza de los niños. Gracias a Dios estamos contando nuestra historia otros amigos fueron víctimas mortales, se quedaron en ese espacio y perdieron la vida, entonces la situación no era tan fácil, los actores armados tenían el control de la zona, hoy por hoy si hay policía y hay presencia militar, pero en ese tiempo el cuento era otro”, recuerda con nostalgia. 

Sin embargo, el camino para llegar a donde están ahora no fue sencillo. Vienen a su memoria los difíciles momentos que vivieron porque nadie los quería recibir por ser desplazados. Finalmente y luego de encontrar un refugio era momento de rebuscarse lo de sobrevivir cada día, necesitaban sacar adelante a sus pequeños hijos que contaban en ese momento con tan solo 1 y 3 años y que hoy, casi 20 años después, ya son estudiantes universitarios. “Es difícil salir del campo donde uno lo tiene todo a una ciudad donde prácticamente tienes que ganarte la vida del día a día, igualmente la cultura porque en el campo nos enseñan nuestros padres a trabajar y en la ciudad a los hijos toca enseñarles a nuestra manera a que de igual forma tienen que estudiar”, asegura. 

Ni Jairo ni su familia conocían en ese entonces los derechos que tenían por haber sido desplazados por la violencia y tras varios años de vivir en la capital del Putumayo decidieron contar su historia y solicitar la indemnización, como medida de reparación que otorga el Estado colombiano a través de la Unidad para las Víctimas a quienes se han visto afectados por el conflicto armado. “En estos momentos decidimos colocar un local con la ayuda que nos dio la Unidad para las Víctimas, la indemnización llegó en el mejor momento y fue una bendición porque había decidido no reclamar la indemnización hasta que todos mis hijos pudieran decidir. Entonces juntamos un pequeño capital para poner este negocio del cual hoy estamos disfrutando, estamos trabajando toda la familia y nos estamos beneficiando de él”, recalca con el entusiasmo y el positivismo que lo caracteriza, a pesar de los difíciles momentos que tuvo que atravesar. 

Este putumayense, hijo natural de Puerto Guzmán y adoptivo de Mocoa, quiere que su caso sea un ejemplo para otras personas que como él reciban su indemnización: “Que recuerden que deben aprovechar bien los recursos y que la pobreza a veces está en nuestra mente, no debemos esperar solamente las ayudas del Estado; debemos tratar de ver la forma de cómo sacamos adelante de nuestra familia, a nuestros hijos, independientemente de ese apoyo realmente no esperaba esa ayuda y pues gracias a Dios llegó en el mejor momento, pero si no hubiera sido así de otra manera estaríamos trabajando y saliendo adelante”. 

En lo corrido de este año 2020 la Dirección Territorial Putumayo de la Unidad para las Víctimas ha entregado 1.846 giros por concepto de indemnizaciones y encargos fiduciarios a lo largo de nueve municipios.