Escudo de Colombia y texto de la Unidad para las Víctimas
Historias de vida

Asociación de Mujeres Víctimas con Visión de El Guamo

Una tarde de café y una olla comunitaria trajeron la sanación

La charla casual, motivada por las ganas de volver a recuperar los espacios colectivos perdidos por la violencia, hizo que la trasformación llegara a 32 mujeres víctimas de violencia sexual del municipio de El Guamo, ubicado en el corazón de los Montes de María, en el departamento de Bolívar.

Por: Patricia del Carmen Díaz C.

La influencia de la Asociación de Mujeres Víctimas con Visión de El Guamo ha sido tal que, desde que iniciaron su proceso organizativo, han motivado a otras mujeres a declarar sin miedo este hecho que las victimizó. En el 2014 solo se registraba un caso en el municipio y hoy van casi 40 declarados.

A las mujeres que conforman la Asociación se les atribuyen logros importantes como la creación de la primera mesa municipal de Participación Efectiva de Víctimas; la documentación y entrega de 100 casos de mujeres víctimas de violencia sexual de los Montes de María, para la Comisión de la Verdad, y la representación de las mujeres de la región en encuentros nacionales, donde compartieron su experiencia en la superación del flagelo, la reconstrucción del territorio y el aporte a la paz. 

Fueron ganadoras del tercer concurso regional de diseño gráfico, para la incidencia en el derecho a la sexualidad de mujeres víctimas de violencia sexual, en contextos de conflicto armado. Su diseño era la cara de una mujer dividida en dos, por un lado reflejaba el llanto, las armas, las huellas dejadas por la violencia y las cadenas, y por el otro, el empoderamiento, la libertad y el aporte a la construcción de la paz.

Este proceso empezó con la historia de Helena*, una mujer afrodescendiente con  1.70 de estatura y de contextura gruesa. Tiene 37 años, nació en el seno de una familia humilde junto con cuatro hermanas más. Actualmente está casada y tiene tres hijos, que según expresa, han sido su motor para continuar.

A los 16 años conoció a su victimario. Alias Carlos,  un paramilitar del Bloque Héroes Montes de María, al mando del exjefe paramilitar Salvatore Mancuso, había llegado al pueblo, junto con hombres armados para controlar la zona.

“Él me pretendía pero yo nunca accedí, en esa época tenía un novio que quería mucho”, expresa Helena*. “Me presionaba, me amenazaba y me decía que a las buenas o las malas tenía que ser de él”.

Ella nunca pensó que las amenazas se iban a materializar. Ese día fue a la tienda sin percatarse de la soledad del pueblo, a su regreso, se encontró en el camino con un camioneta blanca doble cabina donde iba alias Carlos y tres hombres más. La montaron a la fuerza y  le dijeron “ahora vas a saber quién manda”, relata Helena con voz entrecortada y continúa: “Él no fue el único que me violentó esa noche, los otros hombres hicieron lo que quisieron conmigo. Esa noche hubiese preferido morir”.

Con un cigarrillo le quemó la mano, una huella dejada por su principal victimario para que, según él nunca lo olvidará. No la mató porque no le “nacía”.

“No sé cómo llegué a la casa, solo cuando tengo pesadillas es que me vienen algunas imágenes a mi mente. No tengo claridad si perdí el conocimiento, si me llevaron o me fui caminando”, dice Helena*

A los 4 días del suceso, el paramilitar empezó a rondar su casa, se ponía al frente de la vivienda y se burlaba de ella y le decía: “Yo pude más que tu novio”. Las burlas se extendieron a su familia y a su prometido.

Según cuenta, no los dejaba en paz, hasta que un día, le dijo que se fuera del pueblo para no matarla y le dio ocho horas para que saliera. Helena no tuvo otra opción que desplazarse a la ciudad de Barranquilla, para salvaguardar su vida. 

“Fue difícil, no hablaba y lloraba mucho. Me interné en una casa de familia como empleada doméstica, estudiaba de noche y pude terminar mi bachillerato”.

Las amenazas se extendieron a toda la familia, que salió del pueblo hasta Barranquilla. Ante esto, Helena decidió alejarse nuevamente por su seguridad y se fue para Bogotá hasta el 2007, cuando decide regresar al pueblo, con la certeza de que la pesadilla había terminado.

“Decidí regresar porque acá estaban mis raíces y mis costumbres”, se le quebranta la voz. “Cosa que me hacía mucha falta”, independientemente de todo lo que había vivido, quería regresar.

Helena* llegó con mucho dolor, resentimiento pero poco a poco empezó a recuperarse.

“Al principio no confiaba en nadie. Cuando regreso, veo un pueblo devastado por todo lo que dejó el conflicto, no solo en el daño emocional sino también en la ruptura social y cultural, nos habían quitado todo. Me costó recuperarme pero no me podía quedar quieta, tenía que hacer algo para ayudar a reconstruir lo perdido, ayudar las mujeres de El Guamo, que también vivieron lo que yo viví”, expresó.

Fueron muchas las cicatrices dejadas por este acto violento, no es solo lidiar con el dolor físico sino con el psicológico. La presión de una sociedad que no entiende en toda su dimensión qué es ser víctima de un hecho que para muchas, es sinónimo de vergüenza y dolor.

Rearmando las piezas

“Salí de mi casa, junto con una amiga y empecé a invitar a ciertas mujeres, compañeras de colegio, otras mayores que yo. Hacíamos las charlas o tardes de café, un momento de reencuentro y reconcilio. Empezamos con 10 mujeres”, cuenta Helena*

Del café pasaron a las ollas comunitarias que servían como espacio de sanación donde lloraban, contaban su historia o simplemente callaban. Allí fue donde Helena se dio cuenta de que la violencia sexual, fue un arma poderosa en contra de las mujeres, un arma que las mantenía sometidas, silenciadas, destruidas y minimizadas.

“Fue un proceso grande, en el que nos organizamos y conformamos la Asociación de Mujeres Víctimas con Visión de El Guamo. Empezamos a trabajar por la defensa por la inclusión y la pacificación de los hombres y mujeres”, manifiesta

La Asociación y el trabajo colectivo, les permitió mitigar el dolor, contribuir a la sanación de otras mujeres, a través de sus experiencias de vida y hacer parte activa en espacios de participación. “Ya las mujeres no se quedan calladas, no tienen miedo al señalamiento, opinan, defienden, cuestionan y deciden”, dice.

En la actualidad las mujeres de la Asociación cuentan con una unidad productiva de productos lácteos y están siendo capacitadas por el SENA.

Helena está por terminar su carrera de psicología.