Escudo de Colombia y texto de la Unidad para las Víctimas
Historias de vida

Idaly Londoño

Los vuelos de un ave fénix

Ella es una mujer cabeza de hogar, campesina a más no poder y con una historia marcada por el conflicto. Nació en Sevilla (Valle), donde disfrutó de su niñez con sus cinco hermanos correteando por montañas, veredas y caminos de herradura de las fincas que administraba su padre.

“Mi infancia fue muy feliz al lado de mi padre José Hubenceir y mi madre María Francisca. Con mis hermanos gozábamos de las bondades del campo y andábamos mucho a lomo de mula para poder ir a la escuela. Fueron épocas sin dificultades y vivimos en Risaralda, Valle, Cauca, Antioquia y Meta”.

La infancia y juventud de Idaly transcurrieron sin mayores inconvenientes. Incluso el amor logró tocar a su puerta a los 18 años, cuando se fue a vivir con el padre de sus primeros hijos a Antioquia a una tierra que les había asignado el Incora. Allí las mieles de esa unión se tradujeron en dos niñas y un niño que llenaron de orgullo su hogar hasta el fatídico 1994, cuando hombres de un grupo al margen de la ley mataron a su esposo y ella tuvo que huir con sus hijos.

Idaly regresó a Risaralda donde tenía familiares y amigos. Allí tuvo que rehacer su vida y empezar de cero, pero además con un dolor en el alma que aún hoy, 28 años después, la acompaña como una sombra. “Yo llegué sin saber cómo iba a reponerme de ese terrible hecho, preguntándome cómo sacar a mis hijos adelante, pero ver esos niños tan pequeños me hizo reflexionar y volver a coger fuerzas”.

A pesar de las duras circunstancias que enfrentó, ella nunca ha sabido qué es arrugársele a la vida. Comenzó a trabajar como empleada en casas de familia, luego vendió jugos, montó un puesto de arepas e incluso tuvo una tienda; incluso el niño empezó a trabajar muy joven para ayudarle con los gastos de la casa.

“Cuando logramos sacar un poco la cabeza nuevamente arranqué al Cauca. Y después de varios oficios, con los ahorros llegué a montar un restaurante”, pero una vez más el conflicto asomó. Primero comenzaron las extorsiones y como ella no estaba acostumbrada a regalar lo que tanto había sudado, las amenazas no se hicieron esperar, conclusión: vivió su segundo desplazamiento.

Resurgir de las cenizas

“Después de lo del Cauca, me radiqué definitivamente en Risaralda en Belén de Umbría, donde conocí una nueva pareja y tuve dos hijos más; hoy mi hija tiene 23 y mi hijo 18, pero las cosas no funcionaron del todo y nos separamos. A partir de ahí me dediqué a luchar por los derechos de las víctimas y eso me costó un tercer desplazamiento, porque en este país es difícil ejercer el liderazgo y alzar la voz por los menos favorecidos. Debido a amenazas muy fuertes me tocó irme tres años hasta que pude retornar a Belén”.

Su trabajo como líderesa de víctimas empezó como todo lo suyo, de forma empírica y contundente. Trabajando en una de esas casas de familia le comentaron sobre Asodebel, una asociación de víctimas de Belén de Umbría. Así que decidió asistir a las reuniones, done su estudio de la ley e intervenciones en el grupo le fueron dando su lugar hasta convertirse en representante legal y ganarse la confianza de la gente.

“Muchas veces uno no tiene conocimiento de los derechos, pero las ganas de defender a los demás y no quedarse callado le marcan a uno el camino. Hoy por hoy me considero una mujer emprendedora, independiente, valiente y luchadora que quiere mejorar la calidad de vida de todas las víctimas del conflicto armado y la población vulnerable, sobre todo la del campo, que tiene tantas necesidades pero que nos gusta trabajar. Yo por eso lucho para que les den un lote y proyectos que los hagan autosostenibles”.

Una de sus primeras gestiones exitosas fue en 2008 cuando presentaron proyectos para cinco predios en una convocatoria de Incoder, cuyos frutos beneficiaron a 22 familias. “A pesar de que las gestiones con el Estado son demoradas, yo doy fe de que trabajando por un bien común las cosas se cumplen. Para la muestra de un botón están los predios que nos entregaron en el año 2011, y no he parado de presentar proyectos desde entonces”.

La lucha de Idaly no tiene descanso. Para ella, la gran mayoría de las víctimas vive en circunstancias complicadas, sobre todo en la zona rural, en la lejanía. Dice que es gente que no es visible, personas que callan y por eso lleva su voz ante el Estado: “Yo levanté la cabeza, yo lloraba mucho y me preguntaba por qué a mí. Una vez asistí a una charla en la Unidad para las Víctimas y allá escuché la historia de una señora; fue terrible, al punto de que salí pensando que lo que me pasó a mí era poco comparado con lo de ella”.

La trayectoria de su vuelo

Su camino de liderazgo inició con las mesas de fortalecimiento desde Acción Social, y una vez se creó la Unidad en el 2011, Idaly entendió que hacer parte de las mesas de participación es algo fundamental para que las víctimas sean escuchadas por la institucionalidad.

“Hemos trabajado de la mano de la Unidad con todos los hechos victimizantes y beneficiando a todos los Enfoques Diferenciales. El componente de memoria ha sido fundamental para no olvidar lo sucedido y, a la vez para no repetir. Creo que nos hemos beneficiado con la recuperación emocional desde el componente psicosocial y, sin duda, las ayudas humanitarias e indemnizaciones han servido. Sin embargo, queda mucho trabajo por hacer y mucho por mejorar”.

Esta valluna (risaraldense por adopción) ha tenido la oportunidad de compartir con víctimas de todo el país e incluso del extranjero. Además, ha sido coordinadora en varias ocasiones de la Mesa Municipal de Belén, de la Mesa Departamental de Víctimas, y el año pasado fue elegida para la Mesa Nacional, donde hace parte del Subcomité de retornos y reubicaciones.

Idaly no para de soñar y tienen entre ceja y ceja una alianza productiva de plátano que espera se consolide para generar muchos empleos en su municipio. Ella y sus compañeros de trabajo apuntan a tener la comercialización directa del producto para generar ganancias y recuperar tiempo con sus familias.

“Se acerca el 9 de abril, un día para conmemorar la resiliencia de las víctimas. Nosotros somos como el ave fénix que resurgimos de la cenizas. El llamado es que sigamos unidos trabajando por el bien común. Los proyectos se demoran, pero salen y mejoran la vida de la gente y desde las mesas estamos dispuestos a escucharlos y a seguir trabajando por ustedes, por eso tenemos que seguir luchando por sueños y metas, pues nuestros hijos y nietos no merecen seguir en este dolor”.

(Fin/EHB/COG/RAM)