Con un plan integral de reparación colectiva, los habitantes del corregimiento La Encarnación recuperaron la economía rural, sus caminos veredales, las tradiciones campesinas y hasta remodelaron sus parques y escuelas para renacer como comunidad tras sufrir por casi 20 años la violencia de los grupos armados.
Este 28 de abril se cumplieron 22 años de uno de los episodios más cruentos del conflicto armado, que quieren superar en este poblado del municipio antioqueño de Urrao. Un martes, hombres pertenecientes al Bloque Suroeste de las autodefensas incursionaron en el caserío y del bus escalera bajaron a los pasajeros. Y de sus casas sacaron a otros pobladores, a quienes reunieron cerca del parque.
Luego, obligaron a 10 personas a tenderse en el suelo boca abajo y las asesinaron a disparos de fusil. Horas después, mataron a otros 12 habitantes en la vereda El Maravillo.
Por eso, la remodelación del parque y una obra de memoria histórica por las víctimas en el sitio de la masacre hacen parte del plan de reparación colectiva implementado en los últimos cinco años por la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas para impulsar la reconstrucción física, económica y social de La Encarnación.
“Ahora lo llamamos el parque de los colores porque nos ha vuelto a integrar como comunidad y es símbolo de la alegría y la esperanza que recuperamos por volver a vivir en un territorio de paz como éramos antes del conflicto”, dice entusiasmada la líder social Gloria Amparo Hernández.
Reconstrucción física y socioeconómica
Según Wilson Córdoba Mena, director de la Unidad para las Víctimas en Antioquia, “este plan de reparación colectiva ha tenido una inversión cercana a los 2.000 millones de pesos entre la Unidad, otras entidades del Gobierno, la alcaldía y los cooperantes internacionales”.
De esta transformación, destaca que lo más importante “es que la comunidad participó en todas las fases y el diagnóstico del daño para concertar las medidas de restitución de infraestructura física, económica, rehabilitación comunitaria y cultural, de no repetición de los hechos victimizantes y la memoria histórica”.
Durante casi 20 años, la población vivió aterrorizada por asesinatos, desapariciones forzadas, secuestros, reclutamiento ilegal de los más jóvenes, desplazamientos masivos, confinamientos, ejecuciones extrajudiciales, violencia sexual, destrucción de viviendas, saqueos y hasta constreñimiento político.
Para reconstruir el tejido social dañado por el conflicto un grupo de habitantes se convirtieron en “tejedores”, como se conoce a los líderes sociales empoderados con la estrategia de rehabilitación comunitaria Entrelazando.
Por eso Gloria Amparo valora que gracias a la labor “que hicimos como tejedores recuperamos la confianza que perdimos por la violencia y volvimos a los paseos al río, los convites, las galleras, las ollas comunitarias, las fiestas con música parrandera y una costumbre muy arraigada como las cabalgatas”.
También fueron reconstruidas la escuela, la cancha y la caseta comunal de la vereda El Maravillo, lo que motivó a retornar a muchos campesinos. Y para recuperar la vocación agropecuaria, 100 mujeres de todo el corregimiento se beneficiaron de dotaciones para iniciar unidades productivas avícolas, porcícolas, ganadería y negocios de confecciones textiles y alimentos.
“Salimos de la crisis a empezar a prosperar y ahora salen de aquí los carros cargados de frutas, frijol, maíz, plátano y panela que muestra que pasamos de los malos tiempos a la paz y que somos resistentes a la guerra y no queremos que se repita”, cuenta Gloria Amparo.
En Antioquia, la Unidad para las Víctimas implementa 16 planes de reparación colectiva, con medidas como rehabilitación de vías, escuelas, puentes, parques, dotaciones a centros médicos, instituciones educativas, puestos de salud rurales, casas de la cultura, centros de acopio y apoyo a proyectos productivos.
(Fin/JCM/LMY)
