Escudo de Colombia y texto de la Unidad para las Víctimas

Iris, la tejedora de sueños para sobrevivir al dolor

Ella es una emprendedora que ha aprovechado su talento para las artesanías, el tejido, la costura y la jardinería.

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Hace dos décadas, en medio del recrudecimiento del conflicto armado en los pueblos ribereños del Magdalena, Iris Garizábalo Algarín, una mujer nacida y criada en Sitionuevo, Magdalena, salíó amenazada por los grupos armados al margen de la ley que, por esa época, dominaban la zona y amedrentaban a la población civil.

Ella, de 50 años, es sobreviviente de una guerra que, según sus palabras confirmadas con lágrimas, no termina y sigue vigente, causando confinamientos permanentes que no son informados en tiempo real.

Con cuatro hijos a cuesta, llegó al suroccidente de Barranquilla buscando refugio. Una vez instalada en la zona, cuando pretendía recuperarse del impacto que le causó su desplazamiento, volvió a ser amenazada y extorsionada, teniendo que entregarles a sus verdugos los bienes materiales, pero no sus esperanzas de sobrevivir y progresar.

Por poco tiempo se fue al Cesar, pero meses después se llenó de valor para volver a empezar en Barranquilla, aunque tuvo que dormir en las calles y pedir refugio para proteger a sus hijos, muchas veces, en medio de la lluvia.

Como consecuencia de sus sufrimientos a Iris se le ha desarrollado en grado superior una enfermedad llamada psoriasis.

Iris es una verdadera sobreviviente que hila sus sueños, rogando siempre a dios que la mantenga en pie para ver crecer y progresar a sus hijos.

Recuerda, con dolor, el día en que siendo niña caminaba por las calles de Sitionuevo y escuchó el traquetear de ametralladoras y fusiles en medio de una toma de paramilitares en la zona. Iris quedó en medio del enfrentamiento y cuenta que ese día los violentos se llevaron a una familia completa de la cual hoy no se conoce el destino.

Aunque aquella vez se quedó en el pueblo y siguió sobreviviendo a la violencia, luego de tener su hogar formado le tocó el turno y tuvo que abandonar su terruño.

A su barrio, en el suroccidente de Barranquilla, llegó la Unidad para las Victimas para adelantar trabajos de asistencia psicosocial y concertar con las comunidades los planes de retorno y reubicación a partir de la resiliencia. Allí Iris decidió participar de la Estrategia de Recuperación Emocional Grupal (EREG).

Iris no deja de agradecer a dios por todo lo que ha sido capaz de darle en medio del dolor y la pobreza que representa haberlo perdido todo. En sus constantes oraciones encomienda a sus vecinos y clama para que haya paz.

Es una emprendedora que se ha formado de manera integral en casa, aprovechando su talento para las artesanías, el tejido, la costura y la jardinería elabora toda clase de mercancías para la dotación completa de un hogar.

Da lo que no tiene para ayudar a los demás, quiere que se conozca su historia y pretende promocionar ante el mundo sus tejidos de juegos de sábanas, fundas y tapetes, en los que cada figura, cada pieza y cada imagen representa el poder transformador de las víctimas en Colombia.

Ella sabe que hay una oportunidad cada día y convoca a la solidaridad para que los sueños de las victimas sean transformados en realidad, a partir de la consecución de la paz.

Resaltar el poder transformador de las víctimas del conflicto armado es una de las apuestas más importantes de la Unidad para las Víctimas. Seguimos trabajando para dignificarlas y reconocer su capacidad de cambiar las condiciones de vida de sus familias, comunidades y territorios; son las víctimas del conflicto armado quienes hoy deben tener la palabra, pues son quienes han dado segundas oportunidades y son el referente ético y moral para guiar al país hacia la Paz Total.