Escudo de Colombia y texto de la Unidad para las Víctimas

Así terminaron 21 años de búsqueda para recuperar restos de un “hermano del alma”

Por: Juan Carlos Monroy Giraldo

Frente a los afligidos familiares reunidos en la ceremonia están los seis féretros color marrón con los restos óseos de víctimas asesinadas y desaparecidas por las guerrillas, grupos de autodefensas, en hechos confesados ya, y presuntamente, por soldados. 

Los cinco hombres y una mujer fueron enterrados en fosas comunes y cementerios como personas sin identificar en Antioquia y Chocó para que nunca los encontraran y borrar las evidencias de los crímenes.  

Pero después de varios años de búsqueda e identificación forense, la Fiscalía recuperó los despojos mortales y 18 parientes, entre padres, hijos y hermanos, los recibieron en una diligencia judicial de entrega digna en Medellín.  

Ante esa realidad hay llanto y dolor en sus rostros. Pero también alivio y una búsqueda de 21 años que terminó para Sandra Correa. Al final del acto, al tomar en sus manos el pequeño féretro marrón y la fotografía de su hermano Eladio de Jesús, sintió en su alma “tranquilidad al tenerlo aquí. Esto era lo que yo necesitaba para descansar”. 

Durante dos días previos y en la ceremonia judicial, un equipo psicosocial de la Unidad para la Atención y Reparación a las Víctimas fortaleció a los familiares para afrontar este momento doloroso y conocer el informe forense sobre cómo fueron asesinados y desaparecidos. 

Con ejercicios de memoria y la elaboración de un telar con fotos y recuerdos también dignificaron a sus seres queridos ausentes, pero no olvidados. Para Sandra, quien dibujó dos ángeles celestiales y escribió frases evocadoras como “buen hermano, buen hijo y muy alegre”, significó “un alivio para hacer el duelo y despedirlo como se debe y que no esté tirado en un hueco”. 

El doloroso reencuentro 

Un día antes, en salas separadas para cada familia, se dio el primer y doloroso reencuentro con los vestigios de sus seres queridos. Allí, los antropólogos forenses abrieron los ataúdes y les mostraron los esqueletos y les informaron cómo fueron asesinados con disparos y luego desaparecidos. También dónde los hallaron y cómo los identificaron. 

La especialista forense le explica a Sandra que los restos de Eladio evidencian varias lesiones por arma de fuego, pero que lo que causó su muerte es el impacto de bala que recibió en la frente.   

Ella escucha con atención. Pero quería confirmar el dictamen y por eso toma en sus propias manos el cráneo y otros huesos. En ese momento, la antropóloga de la Fiscalía hace referencia al particular hallazgo de un fragmento metálico incrustado en un hueso de una mano.  

Sandra ya no tiene dudas y asiente con la cabeza. Eladio murió y esa osamenta lo prueba. Al salir de la sala narró que “de niño cogió un trabuco que se le disparó y un perdigón lo hirió en la mano y los médicos no pudieron sacárselo. Yo lo sabía y no había dicho nada para confirmar que era él”. 

Ella recordó que “mi hermano era un niño de 14 años cuando lo reclutó a la fuerza el frente 34 de las de las FARC en Carmen de Atrato. Él trabajaba ordeñando vacas en una finca y cuando murió mi padre él nos cuidaba y era como el hombrecito de la casa. Y era muy alegre desde pequeño y le decíamos gallito porque desde los primeros pasos en el caminador cacareaba como un gallo”. 

Esa infancia feliz y la vida como campesino terminó a finales del año 2001 en una vereda, en la época en que los niños y adolescentes eran sacados de sus casas, asediados en las escuelas o seducidos con ofertas de dinero por las FARC, el Ejército Revolucionario Guevarista y el ELN. 

Según el reciente informe final de la comisión de la Verdad, por cuenta del conflicto armado, solo entre 1990 y 2017 casi 17.000 niños fueron reclutados en Colombia por los grupos armados ilegales, mientras que 64.084 perdieron la vida entre 1985 y 2018 por la violencia. 

Su victimización no terminó con su reclutamiento. Pocos meses después, tras cumplir apenas los 15 años, Eladio murió en un enfrentamiento con el Ejército. Pero según sus parientes, la información que les dieron varios habitantes que los conocían y que estaban en la zona el día de los combates es que “quedó herido, pero en vez de capturarlo lo acribillaron y por eso me gustaría que se investigara y hacer justicia por él”. 

La familia, que se había desplazado por la violencia, se enteró años después que su cadáver fue sepultado en el cementerio junto a otro guerrillero muerto en los mismos hechos, pero como personas sin identificar y sin saber en cuál bóveda ni sepultura.  

Sandra nunca dejó de buscarlo y persistió hasta lograr ubicar varias tumbas de varios occisos sin nombre que fueron exhumados tiempo después. Pasaron otros años hasta que los cotejos de ADN permitieron la identificación de los restos y confirmar que habían encontrado a Eladio 21 años después de su muerte como NN en el cementerio de Carmen de Atrato. 

Tras recuperar los despojos mortales de su hermano y gracias a la atención psicosocial, Sandra logró saldar una “deuda” con su madre, porque siempre creyó que “mi mamá estaba penando ya que murió sin saber si mi hermanito estaba vivo o muerto”.  

Y por eso, con la misma intención que dibujó dos ángeles juntos en el telar para rendirle memoria, regresó a su pueblo en Chocó con “la tranquilidad que voy a entregarle mi hermanito a mi mamá para que puedan volar alto los dos juntos y descansen en paz”. 

Renson tampoco se salvó

Dos de las seis víctimas que fueron entregadas a sus familias eran menores de edad reclutados por las guerrillas en Chocó. Además de Eladio, a Renson Martínez también se lo llevaron en 1999 a portar un arma en las filas del Ejército Revolucionario Guevarista en Carmen de Atrato. 

“Era el hijo menor de la casa, tenía 14 años y era un joven que estudiaba. En ese tiempo la guerrilla andaba por todos lados como si fueran la autoridad. Se llevaron más de 10 muchachos de los alrededores y entre esos cayó el mío”, relató Gloria, su madre, el día que recibió sus restos en un féretro en la ceremonia judicial. 

Desde ese día no volvió a saber de su paradero, hasta que meses después de buscarlo lo encontró en un corregimiento. La entristeció verlo con prendas camufladas y un arma, pero más lo que le respondió cuando quiso persuadirlo de abandonar el grupo insurgente: “Le dije que se saliera de ahí, pero me dijo llorando que no se podía salir porque lo podían matan. Los tenían amenazados”.  

Pasaron 18 años de incertidumbre para la familia, hasta hace cinco años cuando la Fiscalía exhumó restos óseos de varios hombres que murieron en enfrentamientos armados.  

Ella y los demás parientes también se fortalecieron con la atención psicosocial de la Unidad para las Víctimas para reconstruir su vida en el telar de la memoria y recordarlo como “buen hijo, alegre, amoroso y futbolista”.   

También para afrontar el duelo tras recuperar sus restos y partir a su sepelio. Allí su madre sintió paz al darle “el ultimo abrazo y el último adiós a mi hijo y saber que lo tengo ahí para visitarlo”. 

Tras las exequias de Eladio y Renson, en Carmen de Atrato varias familias piden a los desmovilizados confesar la ubicación de más fosas con desaparecidos. 

Otro de los restos entregados a su familia corresponde a un hombre muerto y sepultado en Urrao en hechos investigados por la Fiscalía por una presunta ejecución extrajudicial. 

Según los investigadores judiciales, la búsqueda de los desaparecidos, las exhumaciones y su identificación revelaron las dificultades que persisten para encontrarlos porque en muchos cementerios los enterraban como NN (sin identificar) y mezclaban restos de personas diferentes en las sepulturas sin ninguna clasificación. Lo habían enterrado como NN en Carmen de Atrato.  

Reparación y promesa cumplida 

En el Registro Único de Víctimas hay más de 56.000 desaparecidos y cerca de 137.000 familiares reconocidos por el delito de desaparición forzada en Colombia para su atención y reparación. En Antioquia son 12.490 víctimas directas y 33.780 indirectas (familiares).  

Sandra y Gloria hacen parte de las 11.884 familiares beneficiadas con la atención psicosocial en las exhumaciones y ceremonias de entregas de casi 6.000 restos óseos de desaparecidos exhumados en Colombia. Además, casi 72.000 de ellas ya fueron indemnizadas por la Unidad para las Víctimas con más de 520.000 millones de pesos como medidas de reparación integral. 

En total, la Fiscalía ha exhumado más de 8.000 cuerpos de personas asesinadas y desaparecidas en Colombia. De estos, 4.601 ya fueron entregados a sus parientes. Otros 1.732 están en los laboratorios con posible identidad y otros 1.827 sin identificar. 

Fin/JCM/COG