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Sentarse a hablar con Nora Elisa Vélez Ortiz es un deleite para el interlocutor, su energía positiva y el ánimo de querer siempre lo mejor para su comunidad, son contagiosos. Hasta a ella misma se le olvida que un día la guerra y el hambre la obligaron a irse detrás de una lata de fríjoles.

Por: Edwin Herrera Bartolo.

Con sus 1,45 metros de estatura, Nora Elisa se destaca como una de las principales líderes de víctimas en el departamento del Quindío. Esta mujer que nació en Sevilla (Valle del Cauca), y desde muy niña tuvo que irse de la mano de sus padres a territorio cuyabro, es hoy la coordinadora de la Mesa Municipal de Víctimas en Armenia. 

Su voz siempre se alza en favor de las comunidades menos favorecidas, es de armas tomar a la hora de exigir acciones que vayan en beneficio de la población víctima, especialmente LGBTI, y a pesar de su continúa sonrisa y el trato amable, el carácter se hace notar cuando de proteger los derechos se trata.  

Nora recuerda que su familia estaba conformada de una manera numerosa, cerca de doce integrantes que día tras día se esforzaban por estar unidos y siempre dar lo mejor de cada uno para lograr superar las adversidades que comenzaron a presentarse a muy temprana edad. 

“Recuerdo que de los doce, éramos cinco menores de edad, pero pasábamos los días muy felices porque estábamos todos unidos y jugábamos demasiado; éramos una familia de muy bajos recursos económicos y para poder sobrevivir muchas veces nos tocó pedir de puerta en puerta e incluso buscar constantemente en el campo plátanos, guamas, pomas y otras frutas para alimentarnos.  Tengo recuerdos muy entrañables de vecinos y compañeritos de infancia que aún hoy logro mantener en la retina”. 

Más rápido de lo imaginado, la familia de Nora se vio obligada a desplazarse hasta el departamento del Quindío; con tan solo siete años, ella y sus hermanos, comenzaron a rodar en un camino que fue de pesadilla y del que apenas hoy está levantándose. 

“Comencé a verme afectada por esta maldita guerra cuando solo tenía ocho años. Recuerdo como si fuese ayer que estaba con mi hermanito en una vereda del municipio de Génova, en Quindío (la tierra del comandante Manuel Marulanda Vélez), recogiendo la leña que necesitábamos para la comida, de repente salieron unas personas del cafetal, por un momento pensamos que eran campesinos, y una de las mujeres del grupo sacó una lata de frijoles y me la ofreció, y yo muy contenta y con hambre respondí que sí y me fui tras ella”. 

Pasarían muchos años para que nuestra relatora volviera a ver a su familia, pues iniciaba con ese recorrido y tras una lata de frijoles, el duro mundo del reclutamiento forzado de menores. Ese día los llevaron camino abajo durante muchas horas, y al cabo de un tiempo la apartaron de su hermanito, el único que la mantenía con la esperanza de regresar pronto a casa, quien en medio de su inocencia pensó que pronto todo estaría bien, pero la fortaleza de Nora fortaleza no fue suficiente y rompió en llanto al imaginar que su compañero de travesuras no estaría más con ella.

“Dos días después llegamos a un lugar en el cual había muchos niños iguales a mí; uno de los hombres que me llevaba manifestó: ‘Es una más de la familia’, y varios adultos con machetes y armas de fuego salieron a ver quién era la niña nueva”.

Esa misma noche le entregaron unas botas plásticas talla 40 y un camuflado inmenso en el que le tocó refugiarse para protegerse el frío. De forma inmediata la obligaron a cocinar con los demás niños y así comenzó su pesadilla, no como niña, sino como una adulta, haciendo y viendo cosas que jamás llegó a imaginar: quemar cultivos, robar ganado, disparar un arma, tener que ver como violaban a las mujeres y otras atrocidades, que se resumieron en 8 largos años de sufrimiento y dolor. 

A pesar de los horrores vividos, nada la prepararía para afrontar lo que venía. Luego de pasar por ese grupo y llegar de nuevo a ser parte de la sociedad civil, Nora se encontró con la noticia de una familia destrozada, sus padres ya no vivían en el mismo lugar, se habían tenido que ir por culpa de la violencia y, además, le habían asesinado a su hermano mayor, cuando tan solo tenía 16 años. 

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“Yo volví a Génova con la esperanza de encontrarlos, pero me topé con relatos increíbles de los vecinos, me sentí una vez más desorientada, no sabía adónde ir, llegué al Valle y pasé muchos días deambulando las calles, por fin pude dar con ellos, pero me encontré con la pared del rechazo y el señalamiento de que era la culpable de lo que les había sucedido”. 

Los fantasmas del pasado y la violencia de la guerra se ensañaron con la pequeña gigante; no transcurrió mucho tiempo para sufrir un segundo desplazamiento que incluyó el asesinato de tres de sus hermanos, una de ellas en estado de embarazo. Como si esto fuera poco, en el 2003 sufrió nuevamente desplazamiento, esta vez a manos del paramilitarismo en una noche de terror, en la que vivió los vejámenes del conflicto en su propia carne. 

“Ese año llegué una vez más al Quindío con tan solo un costal en mi hombro, no conocía a nadie, temía por mi vida y la de mi familia, de nuevo a comenzar de cero. Después de una semana de recorrer las calles de Armenia conocí a Noraldo, quien me orientó para lo que tenía qué hacer con el fin de recibir ayuda del Estado, a través de la Acción Social de aquel entonces, después pasé a ser incluida en el Registro Único de Víctimas y comencé a explorar una parte de mí que no conocía, el liderazgo”. 

Nora comenzó a asistir a reuniones y a conocer sobre la Ley y los derechos de las víctimas, jugando un papel fundamental como secretaria de Asocodear, una organización creada en beneficio de los desplazados y defensora de los derechos humanos en Armenia. “Comencé como secretaria, y mi trabajo me llevó a estar como la representante legal de la organización. ¡Uff! Para mí ha sido un gran aprendizaje, ya que conozco el dolor de la guerra y, así mismo, comprendo y puedo ayudar a quienes como yo, trasegaron por ese camino”. 

La Unidad para las Víctimas ya ha reparado materialmente a Nora con la indemnización de uno de los múltiples hechos por los que ha sido víctima. Siguiendo los lineamientos de la entidad esta líder invirtió muy bien su dinero en temas como mejoramiento de vivienda y capacitación, parte esencial para seguir creciendo como líder en el territorio.  

Otro de los aspectos que caracteriza el trabajo de Nora es ser líder de la comunidad LGBTI, lo que la ha llevado incluso a tener un reconocimiento del orden nacional: “Por este hecho hice parte de la Mesa Nacional de Víctimas, en el año 2013, y también hice parte de la cuarta delegación de los Tratados de Paz en La Habana (Cuba). Lucho por esta comunidad, ya que soy parte de ella como mujer lesbiana o cisgénero, tengo las banderas en alto, ya que por culpa de la guerra asesinaron a mi hermano por ser una chica transgénero; eso me da aliento para seguir luchando por una sociedad más incluyente”. 

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Actualmente, Vélez Ortiz es la coordinadora de la Mesa Municipal de Víctimas de Armenia, y ya acumula dos períodos consecutivos, lo que demuestra la confianza que las víctimas tienen en ella y en sus capacidades como líder:  “Mi trabajo no solo es por la lucha de los derechos y deberes de las víctimas, sino también por la protección de los derechos humanos y, sobre todo, hacer cumplir a las administraciones municipales, departamentales y nacional, las obligaciones que tienen con nosotros y con las mesas de participación”.               

“Envío un gran mensaje de aliento a las víctimas de la guerra de Colombia, que por más fuerte que sea el problema, no decaigan, no bajen sus banderas porque hay alguien más que los necesita, ya que las víctimas y los excombatientes de la guerra son personas incluyentes y transformadores para la sociedad”.                                   

Tras un largo proceso de sanación mental y espiritual, Nora finalmente logró perdonar en medio de tanto dolor: “Yo Nora Elisa Vélez Ortiz ya perdoné a mis victimarios, si no perdono esto sería un dolor y un veneno para mí; si nuestros corazones están llenos de odio no podemos aportarle a la paz y la reconciliación, perdonar lo sufrido en la guerra nos hará seres más empoderados e incluyentes para el tejido social”.


Unidad para la Atención y la Reparación Integral a las Víctimas
Oficina Asesora de Comunicaciones - 2020