En el 2002, Arisabel Meza Alba se convirtió en una más de las tantas mujeres víctimas del conflicto armado en Norte de Santander, cuando la violencia la obligó a abandonar su tierra. “Salí hacia Venezuela con mi familia, y allí viví por más de 16 años”, dice.
Venezuela se convirtió en su segundo hogar, lejos de Colombia. Empezó a reconstruir su vida emocional y laboral. “Allí aprendí la costura, cosa que al principio no me gustaba pero hoy en día coser me encanta”, agrega.
Cuando creía que todo marchaba de acuerdo con sus planes y proyectos trazados, la situación social y económica de Venezuela generó afectaciones a este núcleo familiar colombiano que había trascendido fronteras en busca de un mejor vivir.
“A mediados del 2018, decidí regresarme con mis hijos por la situación económica, la escasez de alimentos y medicina, tuve que dejar todo allá; por las trochas alcancé a pasar tres máquinas para poder trabajar y sustentar a mis hijos”, recuerda.
El temor se hizo evidente pero retornar a Colombia y empezar de cero era su única alternativa: “Al principio aquí en Colombia para mí fue muy duro, muchas lágrimas, pero siempre aferrada a Dios, nunca perdí la fe”.
La modistería que aprendió e implementó en el vecino país se convirtió en su fuente de subsistencia, arreglo de ropa y coser sobre medida fue la manera de sobrevivir en su proceso de retorno. “Las mismas personas a las que les cosía, ellas mismas me enviaban clientas y poco a poco he ido saliendo adelante”, asegura.