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Esta mujer de la costa antioqueña, fusiona la moda contemporánea con la cultura étnica de los Cuna Tule que habitan en la subregión de Urabá. No aparece en revistas ni expone en las grandes vitrinas, pero ella es protagonista de un sueño que la violencia no le arrebató y que está alcanzando a través de su marca de diseño.

Por: Claudia Yoana Torres.

Carmen Alicia Blanco, una sobreviviente del conflicto armado, víctima de desplazamiento y del homicidio del padre de una de sus cuatro hijas, trabaja para convertirse en pionera de la cultura ancestral de Urabá, a través del diseño de modas, con la marca que lleva su mismo nombre.

 “Soy una mujer muy alegre, arriesgada en muchas ocasiones, perseverante, comprometida, trabajadora, dedicada”, así se describe Carmen, quien le atribuye a estas cualidades el haberse sobrepuesto a su pasado, luego de recibir duros golpes por la violencia, junto con su familia.

Tiene 41 años y es oriunda de San Pablo Tulapas, una vereda lejana del casco urbano del distrito especial portuario de Turbo, en el Urabá antioqueño, azotada años atrás por los grupos de autodefensa. Esta comunidad junto a otras de los municipios de Necoclí y San Pedro de Urabá, vivieron el horror del desplazamiento forzado y el despojo de tierras, entre otros hechos violentos, perpetrados por los paramilitares de la Casa Castaño y el Bloque Élmer Cárdenas.

“La violencia me robó mi infancia, pero nunca mis sueños, al contrario, la violencia me enseñó que tengo que ser más fuerte que ella, más humana y que no solo puedo pensar en mi familia, porque somos muchos los que hemos vivido lo mismo y que cada emprendimiento que desarrollemos debe ser pensando en cómo ayudarnos entre nosotros”, dice.

Esta turbeña, gentilicio con el cual se reconocen los nativos de Turbo, ha tomado los recursos que tiene a su alrededor para crear sus diseños, a partir de las expresiones culturales étnicas como las molas, consideradas una tradición milenaria de la mujeres embera.

Carmen ha hecho lo propio, agregándoles un toque moderno y sofisticado a sus prendas, la cuales ya han sido modeladas en diferentes pasarelas de la región y espera poderlas llevar por el país y a nivel internacional.

“Desde muy joven la confección me apasiona, recuerdo que una vecina tenía una máquina Singer, yo le pedía que si me dejaba tocarla y me decía que sí. Yo era feliz tocando la máquina y cuando me hice mayor tuve la oportunidad de participar en una convocatoria del SENA, de confección industrial, y allí aprendí el arte de la confección. Durante muchos años me desempeñé como modista desde mi casa”, recuerda.

Estos primeros conocimientos, Carmen los amplió después con cursos de estampación y diseño de ropa interior. Luego, pudo participar en ferias artesanales de los municipios vecinos.

Aunque ha tenido la oportunidad de llevar sus diseños a pasarelas regionales y tener un lugar de exhibición en un reconocido centro comercial de Apartadó, cuenta que no ha sido fácil, pues tuvo que labrar su camino en medio de los gastos que le representaba el estudio de sus hijas, así que debió buscar otras formas de sostenimiento, entre ellas la venta de comida rápida.


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“Faltan más y mejores oportunidades y mas capacitación, dirigidas a los emprendimientos en la creación de empresas; no solo cursos cortos, sino capacitaciones pensadas para emprendimientos productivos, que nos permitan crecer como empresas sostenibles”, explica Carmen.

Carteras, turbantes, vestidos, blusas, entre otras creaciones, llevan un toque creativo ancestral y cultural, y hacen que cada pieza sea única. “A mis diseños lo único que les falta es esa oportunidad para hacer crecer esta iniciativa y llevarlas a otros escenarios”, lamenta.

Carmen cuenta que algunas personas le prestaron dinero y otras le fiaron para impulsar su emprendimiento: “Con esa ayuda y los conocimientos que ya tengo, le dimos rienda suelta a la creación de nuestra primera colección que se llamó Urabá fusión, con la que quisimos mostrar el contraste de colores de nuestras raíces afro descendientes, combinando con el conocimiento ancestral de nuestra cultura Cuna Tule".

Aunque Carmen no ha participado aún en pasarelas y ferias fuera de la región, sus prendas y accesorios han sido apetecidos por propios y extraños, que los llevan como recuerdo cuando visitan Urabá o simplemente lucen con orgullo para tener un toque de originalidad y sofisticación.

No le agrada retomar historias dolorosas del pasado, en su semblante y trato se reflejan tranquilidad y dulzura. Ella ha encontrado en el diseño y en la confección los mejores antídotos para sobreponerse de los recuerdos que le dejó la violencia.

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“Sabemos que el conflicto nos ha dejado marcas imborrables en nuestras vidas y en algunos casos insuperables, pero hoy solo tenemos nuestros sueños que son nuestro presente y futuro y debemos aferrarnos en lo que cada uno de nosotros tiene, la fe, para que renueve nuestras fuerzas y podamos construir juntos ese futuro que soñamos para nuestros hijos que son nuestra razón de ser", dice con fuerza y convicción.
En la actualidad, Carmen se enfrenta a otra realidad que ha paralizado al mundo entero, como los demás, ha tenido que cerrar su local, quedarse encerrada en su casa por la emergencia sanitaria, pero no se ha quedado quieta, ha seguido creando. Es lo que, según ella, la mantiene centrada en lo que quiere conseguir, por encima de los obstáculos.
 “Todo cuanto hemos logrado ha sido trabajando como familia unida y si pudimos empezar sin tener nada más que nuestras manos y sin esperar nada de nadie, confiando en Dios, saldremos de esta. Hoy hay mucha gente que conoce nuestro trabajo y pienso que sería mas fácil que alguien nos pueda dar la mano y reinventarnos de nuevo”, expresa.
De la violencia y de su mamá aprendió que lo primero “es que la familia esté lo más segura que se pueda, lo demás se puede conseguir de una forma u otra, la vida no”.

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