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En el pasado, este municipio presenció 33 masacres, realizadas por las Farc, el Eln y las autodefensas, que causaron 219 víctimas, y sufrió más de 20.000 desplazamientos forzados. Ahora, allí es donde el artista José López lidera un proyecto de murales para mostrar cómo esta población antioqueña supera los daños del conflicto armado.

Por: Juan Carlos Monroy Giraldo

Las fachadas grises y deterioradas, que en el pasado fueron referentes de violencia y miedo, se transforman con cada brochazo en figuras coloridas que retratan paisajes naturales extensos, personajes típicos y campesinos que cultivan en tierra fértil. 

El arte es protagonista del renacer del municipio antioqueño de San Carlos. Estos lienzos revelan los sitios donde ocurrieron asesinatos, masacres o desapariciones forzadas por parte de los grupos armados durante el conflicto armado o los muros donde intimidaban y dividían al pueblo con grafitis amenazantes.

Con el proyecto “San Carlos, Memoria de Sueños y Esperanzas”, los mismos habitantes y hasta muralistas, que visitan la localidad para conocer su historia narrada en colores, se suman a las jornadas artísticas que lo están convirtiendo en el “pueblo de los murales, en una gran galería al aire libre para mostrar cómo nos reconstruimos y aportamos a la paz, la reconciliación y a la memoria histórica desde el arte”, dice José López Rincón.

Este artista plástico de 38 años y director del grupo teatral La Gotera lidera esta iniciativa que, hasta ahora, tiene 103 murales pintados en las fachadas de edificios, casas, escuelas de la zona urbana y varias veredas. 

Uno de los más llamativos tiene 10 metros de alturas y tres de ancho, y se pintó sobre el muro de una edificación conocida en la época más violenta como la “casita del terror” porque era usada por los grupos de autodefensa para asesinar, torturar y sepultar a sus víctimas. Ahora ya no causa miedo, sino admiración al contar la historia de San Carlos desde los primeros habitantes indígenas, la llegada del primer bus escalera y la construcción de las hidroeléctricas.

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Y en otra esquina, cerca del comando de la Policía que fue blanco de muchos ataques insurgentes, pintaron un mural que ilustra una chiva, el bus escalera tradicional de los municipios antioqueños para transportar a la población y sus productos del campo.

“Decidimos pintarlo como alegoría a la idiosincrasia campesina. Es una chiva repleta de sueños que nos invita a retornar a nuestra tierra”, relata una joven que participa en la pintada de los murales.
También sobre la vía de entrada de San Carlos, la pared de una casa que sobresale entre las demás muestra a una niña de mirada tierna e inocente, rodeada de naturaleza, flores y pájaros. Ese mural lo pintó José, inspirado en su hija: Dulce María.
Para él significa “la libertad y las semillas buenas que queremos para las nuevas generaciones”. Sus palabras son de optimismo de cara al futuro: “Tenemos que sembrar en estos muchachos la nueva semilla; lo que tenemos en San Carlos se lo deseo a todo el mundo. Nuestra tierra tiene todos los climas, cantidad de ríos y cascadas, fauna, flora”.

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Arte para la resiliencia

El mismo artista recuerda que, siendo muy joven, cuando la violencia amenazaba a diario la vida de sus habitantes, encontró en el teatro, la pintura, los títeres y la música una barrera contra tanta violencia: “El arte me dio un escudo para sobrevivir al conflicto armado que tanto sufrimos”.

También sufrió el desplazamiento forzado debido a las amenazas que recibió por el liderazgo entre los jóvenes, y por casi un año vivió en otros municipios, pero al contrario de varios familiares y otros habitantes que no quisieron volver por el lastre del pasado, José sí retornó. 

Por ese arraigo por su pueblo y sus paisanos, ahora José asume como misión propia “mostrar la historia de San Carlos desde el arte, para aportar la recuperación que experimentamos a medida que superamos tantos males causados por el conflicto armado”.

San Carlos fue uno de los municipios más victimizados por el conflicto armado. Las cifras del Centro Nacional de Memoria Histórica revelan que, entre 1988 y 2010, San Carlos fue escenario de 33 masacres de guerrillas (Farc, Eln) y autodefensas que causaron 219 víctimas. 

Fue la época de los asesinatos diarios, de los que desaparecían sin dejar rastro, de los desplazamientos forzados de más de 20.000 personas y las minas antipersonal que dejaron 119 víctimas civiles y 127 militares, entre muertos y heridos. 

También reconoce que su municipio ha sido beneficiado por la gestión de entidades como la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, que ha invertido 37.169 millones de pesos en indemnizaciones económicas y ayuda humanitaria para casi 5.000 sobrevivientes del conflicto. 

Además, coordina un plan de reparación colectiva en implementación con proyectos productivos y dotación de negocios de víctimas, rehabilitación de escuelas veredales, puentes, casetas comunales, puestos de salud y del Centro de Acercamiento, Reconciliación y Reparación (CARE), que dirige la líder de víctimas Pastora Mira. También avanza la construcción de la Vía de la Reconciliación entre San Carlos y Granada, una obra reclamada por los dos municipios desde hace 40 años.

Al municipio han retornado más de 15.000 desplazados, motivados por la seguridad que ganó el Oriente antioqueño en los últimos años, la restitución de tierras, la desmovilización de las autodefensas y las Farc y por el desminado humanitario gestado por sus propios habitantes, quienes comenzaron a desenterrar minas, ejemplo que impulsó al Ejército a asumir el reto que concluyó, en el 2012, con San Carlos certificado como el primer municipio libre de este riesgo en Colombia.

El proyecto artístico “San Carlos, Memoria de Sueños y Esperanzas” trasciende las fronteras y empieza a replicarse en otros municipios colombianos para resaltar sus atractivos turísticos o contar la superación de la violencia y la resiliencia de las comunidades.

El próximo reto es unir a los 12 municipios de la provincia del Oriente antioqueño para que, a través de un proyecto de murales, se convierta en la galería al aire libre más grande del mundo.

Así es como José López Rincón y los sancarlitanos pintan su nueva historia. Como artista ve su futuro en colores brillantes y repite, una y otra vez, que “no vamos a seguir con el corazón arrugado de odio y tristeza, tenemos historias de violencia, pero no queremos revictimizarnos con ellas, sino que vean nuestras riquezas, que estamos construyendo la paz y volvimos a estar orgullosos”.


Unidad para la Atención y la Reparación Integral a las Víctimas
Oficina Asesora de Comunicaciones - 2020