Un joven luchador que enseña a trascender pese a la adversidad.

Este futuro médico veterinario, quien fue víctima del conflicto y posteriormente sufrió un accidente que lo dejó en silla de ruedas, hoy trabaja, practica deporte y tiene el liderazgo y la capacidad para realizar sus sueños.

Por Indira Lorduy Ramírez

A sus 28 años, Gustavo Adolfo Rojas Salazar es un ejemplo para miles de jóvenes que, con o sin discapacidad, tienen en sus manos la gran oportunidad de decidir sobre su futuro y lo que desean hacer con su proyecto de vida.

En la actualidad, él se encuentra ad portas de graduarse como médico veterinario en la Universidad de la Amazonia y trabaja en el negocio de la familia, el prestigioso restaurante campestre Samay de Florencia, la capital caqueteña. Sin embargo, su sueño es conocer el mundo y seguir alzando por todo lo alto las banderas de las personas con discapacidad.

Recuerda que cuando era niño “vivía en una finca en Playa Rica, zona rural del municipio de Valparaíso; allí era feliz, jugaba con los terneros en el corral y empecé una de mis grandes aficiones, el amor por los caballos”.
A los siete años, este pequeño hombrecito ya era la mano derecha de su padre en la finca, galopando en pelo ayudaba a apartar ganado, a manear las vacas para el ordeño y a amansar las bestias. Afuera, el panorama era oscuro y tenebroso, estaba marcado por el rigor del narcotráfico y los grupos armados, se escuchaban disparos y voces de muerte.

El secuestro

Gustavo recuerda cómo un día cualquiera del 2002, cuando acompañaba a su padre a realizar una diligencia en el municipio de Milán, unos hombres abordaron a su progenitor y se lo llevaron. El niño esperó a su padre hasta las 10 de la noche y al otro día toda la mañana, pero su padre nunca llegó; contó con la fortuna de que un amigo de la familia lo acompañó y avisaron a su madre, quien entre lágrimas y abrazos recibió al pequeño en casa completamente desconsolados.

Tres meses después, los integrantes del grupo armado ilegal dejaron a don Gustavo en libertad. La familia decidió radicarse en Florencia y dejar abandonadas sus propiedades y todo lo conseguido con el sudor de su frente, huyeron de la crueldad de la violencia y empezaron desde cero; como siempre trabajando con honestidad.

La Unidad

La Unidad para las Víctimas indemnizó al joven Gustavo, quien no vaciló en apoyar a la familia en el negocio de las comidas que se convirtió en uno de sus fuertes, pues los Rojas son reconocidos en Caquetá por sus sitios típicos con aire de ranchería, donde además se ofrecen espectáculos artísticos propios de la región. Y es que caqueteño que se respete ha deleitado su paladar con los platos preparados por la familia, quienes con su don de gentes y simpatía han conquistado una clientela exclusiva que ha ido creciendo con el paso de los años.
“Tengo una familia muy bonita, unida, ellos son mi gran apoyo, mi padre Gustavo, mi madre Sandra, mi hermana Mayra, mi sobrino y mi cuñado; siempre hemos vivido juntos y desde que me accidenté en el 2015, ellos han sido mi apoyo y mi soporte, no me han dejado caer emocionalmente”.

Fundación Arcángeles

Este joven estudioso, al que no le da pereza nada, es trabajador, respetuoso, le encantan los negocios y la ganadería. Se puede decir que su silla de ruedas “no ha sido impedimento para seguir volando”, como el mismo asegura.

Gustavo promueve campañas para jóvenes y adultos con el fin de que no mezclen el alcohol con las llaves, porque este error en el año 2015 en un accidente que preferimos no recordar, lo dejó en silla de ruedas y hoy agradece a la Fundación Arcángel por todo el apoyo psicosocial que le ha brindado.

Y es que Gustavo Rojas Salazar es símbolo de superación en el claustro universitario a donde asiste. No falta a clases, responde por sus tareas y, además, trabaja en el restaurante familiar y hace parte del equipo de baloncesto que promueve la fundación, lo que le da la oportunidad de viajar a diferentes departamentos del país y representar a Caquetá en varios encuentros deportivos.

“La Fundación Arcángeles llegó a mi vida en el momento justo, nos brinda atención psicológica, social y deportiva. Este acompañamiento ha sido definitivo en nuestra recuperación y debo de decir que estamos muy satisfechos y agradecidos con esta estrategia, realmente ha sido grandiosa. Yo me esfuerzo para mostrarles a otras personas que están en silla de ruedas que sí se puede”.

Por otro lado, para el joven Rojas es clave la piedra angular que es su familia, pues sabe que le han enseñado lo necesario para salir adelante. “De mi madre heredé la capacidad de proyectarme y experimentar en materia de negocios. Recuerdo que antes del accidente trabajé en varias empresas en Bogotá y en el departamento del Caquetá, todo con mucha berraquera y compromiso”.

Gustavo es un líder, un luchador que no se deja derrotar pese a las vicisitudes del destino. Luego de graduarse, él proyecta viajar a otra ciudad para a iniciar un tratamiento especial en la constante búsqueda de su recuperación definitiva, y lo hace para seguir volando muy alto, como las águilas que no se doblegan por fuerte que sea la tormenta. (FIN/NIL)  


Unidad para la atención y reparación integral a las víctimas
Oficina Asesora de Comunicaciones - 2020