Cada corazón salaero guarda una historia, en cada rincón de este corregimiento nace y muere un nuevo relato. Padres, madres, hijos, vecinos y conocidos, perdieron la vida a manos de paramilitares. Fueron cuatro días de zozobra y abandono, en los que lucharon para salvar sus vidas.
Al llegar a esta población todavía se siente el dolor de hace 20 años. Hoy honran a sus víctimas y lloran como el primer día la muerte de sus seres queridos, en medio de llanto, también reclaman justicia, verdad, reparación y garantías de no repetición.
Muchos se han ido y otros decidieron quedarse para luchar. "Aquí vivíamos sanamente y no teníamos trancas en nuestras puertas hasta que nos sacaron a empujones de nuestras casas. Ellos tenían armas, nosotros no, quedamos indefensos. Cada año recordamos y lloramos pero hay que seguir adelante", relata una campesina saladera de 72 años que vivió la masacre.
Los actos de conmemoración estuvieron acompañados por el director nacional de la Unidad para las Víctimas, Ramón Rodríguez Andrade. "20 años de hechos que nunca debieron haber sucedido. Los acompañamos en los actos propios de la comunidad y con ellos venimos trabajando de manera articulada en su reparación colectiva, pero en estos momentos lo más importante es acompañarlos en procesos de memoria para que estos hechos no se vuelvan a repetir", manifestó el director.
En la caminata hacia el cementerio, alzaron su voz sin miedo a pesar de las amenazas latentes que perturban por estos días su tranquilidad.
"Me dicen la guerrera, el 16 de febrero de año 2000 salimos para el campo huyendo y cuando mis hijas tenían sed les daba de mi orín. Regresé a mi casa y no me quise ir y dije `a mi que me maten pero no me voy’. Vi cuando le hicieron daño a mi hija, se la llevaron para que les cocinara a esos hombres y me la devolvieron vuelta nada se me desmayaba, me la mataron en vida. Después de los 20 años siento qué ha sido la guerra. Parece que fuera un misterio, porque antes de conmemorar la masacre nos amenazan", relata Edita, cuya hija fue víctima de violencia sexual.
Esta comunidad ha avanzado en su proceso de reparación con las entidades del Estado, con la voluntad de cada salaero y con las ganas de reivindicar su memoria histórica. El perdón para unos llega pero para otros es algo que nunca han contemplado.
Se ha avanzado en procesos de rehabilitación de la mano ce la Unidad para las Víctimas, conformando el grupo de “tejedores” para recuperar el tejido social y se implementó con éxito la estrategia de mediadores comunitarios con el Banco Mundial donde se capacitaron a 63 sobrevivientes que hoy son multiplicadores del proceso.
Estas acciones hacen parte de las medidas plasmadas en el Plan Integral de Reparación Colectiva compuesto por 37 medidas, con un avance de implementación del 40%.