Un llamado por la consolidación de la paz resonó en Bojayá

La comunidad, los organismos internacionales y las instituciones del Estado reconocieron que fue un aprendizaje todo el proceso que concluyó con el acto de entierro de los cuerpos de las víctimas fatales de la masacre ocurrida el 2 de mayo de 2002, y que, articulando esfuerzos se logran resultados satisfactorios. La comunidad agradeció el trabajo y apoyo de todas las entidades y organizaciones

Bojayá, 17 de noviembre de 2019.

“De Chocó hasta el Guaviare, de La Guajira a la selva, la gente en Colombia quiere que llegue el fin de esta guerra”, decía uno de los alabaos interpretados por mujeres de Bojayá durante el acto ecuménico que se llevó a cabo en las primeras horas de la mañana de este domingo en el coliseo de la cabecera municipal, conocida como nueva Bellavista, porque la antigua quedó desolada con la masacre del 2 de mayo de 2002.

En una ceremonia liderada por monseñor Juan Carlos Barreto, obispo de la diócesis de Quibdó, capital del Chocó, mujeres afro interpretaron sentidos alabaos, en los que también afirmaban: “Yo quiero que en todos lados se escuche…para que el dolor de mi pueblo no se quede en el olvido” y pedían a José Antonio de Padua y a la Virgen del Carmen por “la paz que todos soñamos” porque insistían en sus cantos en que “aún no se asoma”.

Sin embargo, todas las personas de Bojayá que intervinieron en el acto agradecieron el trabajo hecho por las instituciones del Estado, las organizaciones internacionales y las de la comunidad, que permitió identificar, despedir y enterrar a sus seres queridos según sus costumbres y creencias.

Yuber Palacio Córdoba, miembro del Comité por los Derechos de las Víctimas de Bojayá, reconoció que este ha sido un “proceso concertado con una amplia dinámica participativa de las familias y las comunidades” y destacó el trabajo que viene desarrollando la Unidad para las Víctimas en el proceso de reparación de las tres comunidades que están reconocidas en el Registro Único de Víctimas como sujetos colectivos en esa región (afros, indígenas y 16 Consejos Comunitarios).

También, agradeció a todas las instituciones, organizaciones nacionales e internacionales y a las personas que participaron en el proceso; de manera especial se refirió al liderazgo de alabadoras, rezanderos, jaibanas y guías ancestrales que, con sus rezos, cantos, alabaos, güalis, chigüalos, “nos han permitido una armonización sanadora”.

Sin embargo, Yuber insistió en que falta encontrar a 10 personas dadas por desaparecidas y reconocer a los nueve bebés en gestación de mujeres embarazadas que fallecieron en los hechos violentos.

El trabajo de la Unidad

Tras el acto ecuménico, vinieron pronunciamientos de representantes de entidades del Estado y otras organizaciones. Ramón Rodríguez, director general de la Unidad para las Víctimas, reiteró que este acto era un compromiso de la entidad, y afirmó: “nos llena de orgullo poder estar aquí, facilitarles este entierro final bajo sus usos y costumbres, después de haber hecho también un largo trabajo psicosocial; estamos pasando una hoja de este capítulo que nunca debió haber sucedido, seguiremos trabajando, enfocados en procesos de genuina paz, genuina reconciliación, que cada uno pueda despedir a su seres queridos”.

El funcionario reconoció que “también hay un capítulo por cerrar, que son los desparecidos” e invitó a las entidades del Estado a trabajar de manera articulada en ello: “Tenemos que trabajar por los desparecidos, trabajemos articulados, compartamos información sin prevención, en la Unidad hay 280 mil cajas de archivo, que son historia del conflicto, son memoria”.

Así mismo, el director general de la Unidad expresó compromiso con “seguir atendiendo las emergencias humanitarias, sin desconocer todo lo que viene sucediendo en el territorio, y seguir con los procesos de reparación tanto colectivos como individuales”.

En una entrevista paralela al evento, el director técnico de Reparación de la entidad, Enrique Ardila, explicó el trabajo de la Unidad en este proceso: “Hemos hecho acompañamiento psicosocial desde que la Fiscalía General empezó su trabajo, además hemos garantizado toda la logística desde cuando Medicina Legal entregó los cuerpos, para que hoy más de 600 familias pudieran hacer presencia, hemos garantizado que se reúnan en ollas comunitarias, su transporte y alojamiento”. En esas acciones, la entidad invirtió alrededor de $2.000 millones.

El miedo aún ronda

Desde que empezaron los actos de llegada de los cuerpos a Bojayá, la comunidad ha expresado emoción por poder despedir a sus seres queridos, tristeza porque no debieron morir de esa forma, desazón porque grupos armados ilegales han vuelto a hacer presencia en su territorio, e incertidumbre por lo que pueda hacer el Estado para seguir mejorando sus condiciones de vida y no permitir la presencia de la guerrilla del ELN y del Clan de Golfo o Autodefensas Gaitanistas en la región.

Leiner Palacios, líder de la comunidad, quien perdió a 32 parientes en la masacre, lo dijo en diversas frases, entre ellas las siguientes: “Es complejo estar aquí hoy, fue muy duro lograr este momento”; “Ojalá el próximo acto sea de generación de confianza del Estado, pero cómo llegar a la confianza cuando la violencia vuelve y se repite”; “Estamos frente a los muertos, pero también frente al miedo por lo que está pasando hoy. Otra masacre es posible”; “Es mejor una paz que pueda ser imperfecta a que sigamos enterrando muertos. Invito a la comunidad internacional a que mantenga esa vigilancia de los derechos humanos acá”.

El padre Francisco De Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, se unió en parte a ese llamado; recordó que, aunque esa entidad es estatal, es totalmente independiente y llamó la atención sobre lo que ha pasado históricamente en el Chocó: “¿No fue acaso la codicia por los productos, por su fortaleza, los que llevó a Colombia a decir vamos por el Chocó y vamos con nuestras minerías, productos industriales, porque qué derechos tienen esos negros y esos indios? Quiero que nos preguntemos por eso, razón tienen la Iglesia y las comunidades cuando dicen que el Estado, si no se da cuenta de lo que está pasando, esto va a seguir”.

Esperanza y ejemplo de los bojayaseños

Todas las personas que hablaron en nombre de las entidades nacionales e internacionales destacaron la resiliencia del pueblo de Bojayá y su capacidad de perdón y de búsqueda de la reconciliación.

Lina María Foronda Hernández, fiscal que ha trabajado en este proceso de investigación y búsqueda de los restos, destacó que “este pueblo nos ha enseñado de resistencia, tenacidad, unión, compromiso, fortaleza, empatía, pasión, respeto a las tradiciones, agradecimiento, y sobre todo, de perdón y reconciliación, que es lo más importante para que una comunidad pueda salir adelante”.

Alberto Brunori, delegado en Colombia de la Alta Comisionada de Derechos Humanos de Naciones Unidas, así lo dijo: “Un mensaje central es que ese sacrificio de los bojayaseños no pase en vano, que no se repita, que paz es la única alternativa, no hay paso atrás.

Quebin Mejía Muñoz, director de la región noroccidente del Instituto Nacional de Medicina Legal, que cubre Chocó, Córdoba y Antioquia, destacó que en el trabajo de identificación de cadáveres aprendieron a trabajar basándose en las necesidades del otro, en este caso de la comunidad de Bojayá.

Ruben Dario Acevedo, director general del Centro Nacional de Memoria Histórica, destacó el papel de memoria e historia que cumplen los alabaos y otras tradiciones de la comunidad y recordó lo hecho desde 2008 por la entidad.

Los reconocimientos también vinieron de parte de los embajadores de Noruega, Suecia y Francia.

Esta semana continúa el novenario, son nueve noches de ritos tradicionales por las víctimas de la masacre de Bojayá y también habrá siembra de un árbol por cada una de las personas que fallecieron en ese trágico hecho.

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