Renace la comunidad de Chinulito, Cerro, Ceiba y vereda Arenita en Colosó, Sucre

+ El 13 de septiembre del año 2000, paramilitares de las Autodefensas Unidad de Colombia asesinaron selectivamente a 11 pobladores de las comunidades de Chinulito, Cerro, Ceiba y la vereda Arenida, jurisdicción del municipio de Colosó, en la llamada Ruta de la muerte. En ese ataque, al menos 300 familias salieron desplazadas de manera forzosa, los caseríos quedaron desiertos y los enfrentamientos entre los grupos paramilitares y la guerrilla por el control del territorio comenzaron a presentarse de manera constante.

+ Aunque desde 1989 padecían distintas violencias, la Ruta de la muerte terminó de romper completamente el tejido social. Sin embargo, en 2008 algunas familias empezaron a retornar voluntariamente. La comunidad, a pesar de vivir el terror, retornó por amor a su tierra y sus raíces con el propósito de recuperar lo que la violencia les había quitado.

+ El sujeto de reparación colectiva de Chinulito, Cerro, Ceiba y Arenita fue incluido en el Registro Único de víctimas (RUV) en abril de 2014 y su Plan Integral de Reparación colectiva se aprobó en mayo del mismo año. Junto con la Unidad para las Víctimas, los pobladores le han apostado al fortalecimiento de su comunidad. Vea el siguiente video para conocer cómo ha sido este proceso en el marco de la Ley de Víctimas, mostrando un antes y un después para las familias que le apuestan a la reconciliación en el territorio.

Las acciones violentas contra esta población se iniciaron desde el año 1989 por parte de grupos paramilitares y las Farc. Los miembros de la comunidad sufrieron hechos victimizantes como allanamientos, amenazas a la vida y desplazamiento forzado. La violación a los derechos humanos llegó a tal punto que se prohibieron las fiestas patronales, las corralejas y todos los eventos que implicaran una movilización social. Hacia 1995 vinieron los desplazamientos, luego los retenes que impedían que la población circulara de manera libre por la zona, no se podían comprar grandes cantidades de alimentos, solo lo necesario para el sustento diario, después vino la persecución a los líderes de las iglesias cristianas, católicas y adventistas. El miedo y la coerción eran el pan de cada día.

Después llegó el 13 de septiembre de 2000, fecha que siempre será recordada por las familias que vivieron en Chinulito, Cerro, Ceiba y vereda la Arenita, jurisdicción del municipio de Colosó, en Sucre. Ese día, integrantes de las Autodefensas Unidas de Colombia asesinaron selectivamente a 11 de sus pobladores en la llamada ‘Ruta de la muerte’. Las viviendas fueron quemadas, por lo menos 300 familias salieron desplazadas de manera forzosa, los caseríos quedaron desiertos y los enfrentamientos entre los grupos paramilitares y la guerrilla por el control del territorio comenzaron a presentarse de manera constante.

La década de los 90 solo dejó en la comunidad daños psicoemocionales, impedimento al goce efectivo de los derechos, pérdida de los espacios y escenarios culturales y deportivos, derecho a la libre asociación vulnerado, disminución en la capacidad productiva y señalamiento de los campesinos asesinados como pertenecientes de grupos paramilitares, provocando el daño al buen nombre.  

Con el tejido social completamente roto comenzaron los retornos voluntarios en 2008. La comunidad, a pesar de vivir el terror, retornó por amor a su tierra y sus raíces con el propósito de recuperar lo que la violencia les había quitado.

Después de un largo trabajo con la comunidad para conocer los daños y evaluar la posible restitución de los derechos perdidos, el sujeto de reparación colectiva de Chinulito, Cerro, Ceiba y Arenita fue incluido en el Registro Único de víctimas (RUV) en abril de 2014 y su Plan Integral de Reparación colectiva se aprobó en mayo del mismo año.

La Unidad para las Víctimas desde su inclusión ha venido trabajando de manera articulada con la comunidad implementando acciones para la generación de confianza, la reconstrucción del tejido social y las necesidades de afianzar los vínculos y el fortalecimiento comunitario. Se han materializado acciones en proyectos para la generación de ingresos; con la pérdida del colegio y la iglesia, vino la adecuación de la infraestructura de las sedes educativas y religiosas, también la realización de las fiestas patronales, las actividades culturales y deportivas, las conmemoraciones y el seguimiento a las alertas tempranas para garantizar la no repetición, entre otras.

Los integrantes de la comunidad están dispuestos a trabajar, son propositivos y creen en la ruta de la reparación colectiva. La población es agrícola, la cultura es compartida, los adultos se dedican al campo. La gente hoy puede reunirse en la plaza del pueblo a jugar sus campeonatos de fútbol y de softbol; ahora disfrutan de los espacios de esparcimiento. Después de tanto dolor siguen trabajando para retomar las prácticas comunitarias que se vieron transformadas por el conflicto armado y de esta manera contribuyen a la construcción de la paz en su territorio.


Unidad para las Víctimas
Oficina Asesora de Comunicaciones, Bogotá 9 de abril de 2023