Mi nombre es Luz Arelis Escandón Botello, tengo 40 años y nací en un pueblo que se llama Chimila (César). Mis padres eran Adolfo Enrique Escandón del Portillo y Delia María Botello. Mi papá tenía una finca de 150 hectáreas en Ariguani, tenía 150 reses, de él propias y de otras personas que le daban en encargo y más de 30 empleados en tiempos de cosecha.

Vivíamos con tres hermanos, yo soy la mayor; estudiábamos en la escuela de la vereda, jugábamos en el río Ariguani, a la lleva, al escondido, al congelado. También ayudábamos echando la comida a las gallinas, recogiendo la yuca, el maíz y limpiando la casa. Al lado también tenían finca mi tío Manuel, mi tío Mañe, mi tío Pablo y la tía Ponce. Todos los hermanos tenían tierra y los domingos era el día de sanchocho, íbamos todos a la finca del otro y nos reuníamos a compartir en paz.

Después me casé con Pedro Correa, el 20 de junio de 1994, ya tuvimos a los hijos y mi papá se fue a vivir al pueblo y nosotros nos encargamos de trabajar la finca. Nació mi hija Yulais el 27 de diciembre de 1996, ella fue al primera. Luego nació Nicolás el 26 de diciembre de 2001 y Natalia Andrea, tres años después.

Ahí empezó a ponerse todo difícil porque venían los grupos armados, unos y otros, y empezaron las masacres y se fue el miedo apoderando de nosotros. Todos asustados de movernos, de hablar, de las demás personas de la vereda. A veces venían y se llevaban a la gente al río para preguntarles con qué grupo estaban y después algunos no aparecían. La gente decía “ya vienen de nuevo y cuando aparezcan van a acabar hasta con el perro”. Vivíamos atemorizados.

Un tío, Alfredo Ramírez, fue asesinado el 10 de enero de 2000. Llegaron a su casa a buscar a su hijo Álvaro, que era inspector del pueblo, y no lo encontraron. Él les abrió la puerta y les dijo que no estaba y ellos le respondieron “lo estás negando” y pum, ahí mismo lo asesinaron.


En Turrón de Coco Caribeño tratamos de darle lo mejor a las personas que trabajan con nosotros y también a nuestros clientes;ese es nuestro aporte a la paz porque si todos iniciamos la paz por nuestro hogar, por nuestro territorio, por nuestro trabajo, donde quiera que te encuentres, va a ser posible. La paz es individual, de cada uno, para dársela a los demás.

Ahí empezamos a irnos todos. Mi hermana Ismenia para Valledupar, la tía Concepción también para allá, mi hermana Janeth para Venezuela, mi tío Manuel para Santa Marta y la prima Bienvenida y Álvaro para Barranquilla. Todos los familiares, a medida que nos ganaba el miedo, se iban a buscar otros rumbos, una vida más tranquila para los hijos y para nosotros también.

Nosotros, con mi esposo, decidimos irnos en enero de ese año. Él me decía “vámonos porque eso cuando vuelvan es más masacres”. Todo quedó solo, la vereda, las casas, los animales. Cuando llegamos a Barranquilla, donde mi abuela Lorenza Osorio, en el barrio Los Olivos, no teníamos nada que hacer. Buscábamos empleo, pero no había nada. Mi marido vendía hielo y bolis y también le pedían ayuda amigos para construcción, pero con eso no satisfacíamos las necesidades.

Mi mamá, al ver esto, nos dio una receta, que había recibido de doña Demetria en Mompox, y 30 mil pesos. La receta era con cocos y azúcar, pelábamos los cocos y los rayábamos y empezábamos a hacer un melao y los cortábamos con unos machetes y quedan unos trocitos que envolvíamos con papel celofán. La primera vez, con los 30 mil que nos dio mi mamá, hice 300 bolitas de coco y las vendía a 50 pesos cada una en todas las tiendas del barrio.

Como había mejores dulces y confites porque el nuestro era muy bueno de sabor, pero no tan bien formado y molestaba el paladar de los consumidores, entonces qué hacíamos. Los cambiábamos por alimentos, nos daban azúcar, aceite, arroz. Así fue al principio, muy difícil.

Luego hicimos un préstamo, después de un año, y compramos una cortadora para formar los dulces y dejamos de usar el machete y ya no quedaban tan deformes. Entonces ya quedaban más parejitos, empezamos a ir a ferias, sacamos el registro de la Cámara de Comercio y así sucesivamente fuimos creciendo.

Hoy estamos participando en la Feria del Hogar, que ha sido una gran vitrina para los productos de nuestra empresa familiar, Turrón de coco caribeño. Ahí trabajamos con mi esposo, mi hija Yulais y también yo. Tenemos seis empleados, generamos trabajo, y tres de nosotros somos víctimas del conflicto armado: mi sobrino Estiven José, mi hermana Yoleidis y yo.

Ahora vendemos bolitas de coco, de tamarindo; dulces típicos, que son la nueva línea que tenemos, de coco, de leche, de corozo, de mango, de uchuva, de papaya con piña; tenemos 19 sabores de dulces diferentes y comercializamos en Barranquilla, en Medellín y en Bogotá, en panaderías, tiendas, en locales dentro de los aeropuertos y también en Almacenes Éxito.

Yo empecé a recibir apoyo del gobierno en 2001 por ser desplazada. Hemos recibido muchas ayudas de la Unidad para las Víctimas y también del DPS, nos han capacitado en prácticas de manufactura, también una ayuda económica de 9 millones de pesos para el fortalecimiento de la microempresa, para comprar una despulpadora de fruta que nos ha permitido darles valor agregado a los productos. También nos apoyaron para venir a la Feria del Hogar.

Al principio fue muy difícil llegar una ciudad extraña, tan grande, donde a nadie le importa la vida de los otros, pero ya superamos todos esos obstáculos porque tenemos una mejor calidad de vida, ya trabajamos, generamos ingresos y ayudamos a otras personas. En sí, me siento satisfecha porque superamos todas las pruebas.


Mi tierra está sola, pero ya hicimos la solicitud de restitución de tierras a la Unidad para las Víctimas y eso está en buen camino.

La empresa a lo que más me ha ayudado es a perdonar a las personas que nos hicieron daño, perdonarme a mi misma, a decir “bueno, yo lo que tengo es que vivir el día de hoy porque yo tengo tres hijos”. Le damos las gracias a Dios porque ellos están bien, la mayor, Yulais, está estudiando ingeniería industrial, Nicolás está haciendo octavo y Natalia, quinto de primaria. No ha sido fácil, ha sido de mucho esfuerzo, trabajo y dedicación, pero se nos han ido abriendo las puertas y todas las oportunidades las hemos aprovechado al máximo.

A ellos les hemos enseñado, con nuestra historia, que conocen muy bien, que toda dificultad se debe afrontar de la mejor manera, y debe quedarle a uno como experiencia. Dios, sobre todas las cosas, es lo más importante; no nos abandona y saca lo mejor de nosotros cada día. En Turrón de Coco Caribeño tratamos de darle lo mejor a las personas que trabajan con nosotros y también a nuestros clientes; ese es nuestro aporte a la paz porque si todos iniciamos la paz por nuestro hogar, por nuestro territorio, por nuestro trabajo, donde quiera que te encuentres, va a ser posible. La paz es individual, de cada uno, para dársela a los demás.

Las mujeres han luchado para incidir en la inclusión de manera diferenciada de sus necesidades e intereses en las políticas públicas y este ha sido un logro en la elaboración de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras. Desde la Unidad para las Víctimas, es muy importante hacer visibles las afectaciones que el conflicto ha causado en la vida de las mujeres y sus organizaciones, así como también reconocer las estrategias de resistencia que han desarrollado y su posicionamiento político de rechazo a las violencias y defensa de la vida.

El enfoque diferencial reconoce las diferencias y diversidades que históricamente se han constituido como factores de vulneración de derechos en razón a la edad, la pertenencia étnica, la diversidad sexual, la condición de discapacidad y los roles asignados a hombres y mujeres.

El enfoque de género se refiere al análisis de las relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres que culturalmente han impedido el ejercicio de los derechos de las mujeres. Es importante identificar las desigualdades políticas, económicas, sociales, culturales y subjetivas que enfrentan las mujeres víctimas, las cuales se constituyen en obstáculos para la garantía de sus derechos, y generar procesos, estrategias, mecanismos y acciones para modificarlas.

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