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Fennys Tovar, Lo dejó todo para ser escritora

"Ha habido dos ocasiones en mi vida en las que me he dicho 'voy a hacerme matar y no me importa': cuando enfrenté a mi ex marido y le dije: 'no le acepto un golpe más' y cuando me encaré con el comandante paramilitar que me tenía secuestrada y le grité: 'si quiere máteme pero no le aguanto más una humillación, aquí estoy porque me trajeron con mentiras y ustedes están abusando de mí".

Así recuerda Fennys Tobar, víctima de desplazamiento y retención ilegal, dos momentos intensos de su vida, el tercero fue cuando decidió ser escritora. "La necesidad de cambiar mi vida me llevó a escribir. Siempre fui vendedora ambulante y nunca levanté cabeza, problemas por todos lados. Un día vendí todo, el horno, el molino, las bandejas, lo que tenía del negocio, y me fui de Tauramena (Casanare), para Bogotá. Fueron seis meses duros, pero así pude hacer Las tres orillas, mi primera novela. Una de mis hijas me ayudaba, trabajaba y me daba para el arriendo. En los ratos libres yo conseguía turnos".

Es una escritora a la que le cuesta hablar de su vida, especialmente de su infancia. "Nací en San Martín, Meta. Mi nombre tiene historia. En ese tiempo, finales de los años sesenta, no existían las ecografías y mi madre no sabía si era niño o niña. Ella me contó que cuando estaba en trabajo de parto, hubo combates entre la guerrilla y los policías. En medio de los dolores en el hospital un policía que estaba agonizando se quedó mirándola y le dijo: 'usted va a tener una niña, póngale Fennys, pero no como el ave, y así va a ver lo que pasa con ella".

Vivió su infancia entre el hogar de sus abuelos, el de su madre y el de su padre, de un lado para el otro. Los recuerdos la afectan y llora. Se seca las lágrimas y sigue adelante con su relato. Se detiene en el momento en que los paramilitares la retuvieron en un campamento en el Meta. "Estaba en Villavicencio y me salió un supertrabajo, supuestamente en Terpel. Pagaban muy bien, pero era interno. Hablé con una amiga y le dije que me cuidara las niñas mientras trabajaba. Era muy lejos, en una finca pasando por Puerto López. De Terpel solo había un aviso. La primera semana estuvo bien, la segunda también, pero en la tercera comenzó mi desgracia. No vendían gasolina y en cambio tenían una infraestructura de talleres, como para latonería de mecánica. Un día llegó un camión lleno de hombres uniformados, asumí que eran soldados. Todo parecía normal y de pronto escuché una voz que me decía.

'-Y qué patrona ¿cómo le ha parecido la causa?'
Luego otro dijo:
-'¿No le gustaría unirse a las filas?

"Pensé, 'esto no es el ejército' y fue cuando me di cuenta que las insignias decían AUC (Autodefensas Unidas de Colombia). Me dije: 'Se nos metieron los paracos, nos van a matar'. Las piernas me temblaban y le comenté a un muchacho que trabajaba conmigo. Soltó la risa, y me contestó: 'Asústese cuando se meta el ejército, es que ¿no sabe dónde está trabajando? Me dijo y me puse a llorar.

"En ese momento se me desbarató el mundo. Por la noche fui a preguntar a la hora de la comida y me explicaron. La zona era un gran campamento paramilitar y ese era el sitio de los mecánicos. Estaban muy bien organizados y tenían una parte dónde estaban los médicos. Nos daban salida los sábados. Ese fin de semana, cuando me pagaron, les dije: 'Muchachos, fue un placer, chao, me voy me salió otro trabajo'.

"Los jefes me contestaron: '¿Y en qué momento sucedió? Si se la pasa con nosotros todo el tiempo. Usted no nos va a dejar, recuerde que entregó una hoja de vida y ahí puso sus datos. No se va y ya no tiene permisos. Se queda en la finca'.

"No voy a decir que me martirizaron físicamente, porque no es cierto. Pero me obligaron a quedarme. El jefe inmediato nos humillaba, no era una buena persona y me le enfrenté. Quería que me matara. Le dije las groserías más grandes y el tipo solo soltó una carcajada. Pero la vida tiene sus cosas. Me dicen que desde hace un tiempo le dio un trombo y vive recogiendo basura en las calles. Los hijos lo abandonaron porque no le perdonan que hubiera hecho matar a un sobrino. Cuando me contaron volví a creer en la ley divina.

"En la finca conocí a la protagonista de mi novela 'Las tres orillas', Lulú. Estaba allí porque la iban a matar. Ella sabía su destino y me decía: 'Mujer usted está metida en la boca del lobo. Lulú -su nombre en la ficción- fue violada por su padre cuando tenía ocho años. El hombre también había violado a sus hermanos. Como le habían dicho que la guerrilla mataba a la gente mala, se fue de su casa y se les unió, su objetivo era asesinar a su padre. Durante un enfrentamiento con los paramilitares cayó prisionera. Estando allí dejó de importarle en qué grupo estaba, se le entregaba por completo al que quisiera apoyarla en su propósito. A mí me decían: 'No se meta con ella porque, si fue capaz de matar a su papá, usted no sabe que podría hacer si le saca la piedra. En otro tiempo yo habría dicho, que asco de mujer, pero ahora no la juzgo.

"Una asesina más, un violador menos, con esa historia aprendí que uno puede pasar fácilmente de víctima a victimario. Escribir su historia fue para mí un exorcismo, me desahogué y se me quitaron los miedos. Ahora me quejo menos y por más difícil que me toque, me acuerdo de ella y digo 'hay personas que viven cosas más duras, yo tengo solo para el desayuno, pero las hay que e acuestan con hambre y con sed. El mensaje que doy es que lo importante es salir del charco y que cuando vencemos los miedos comenzamos a ser libres".

La relación de Fennys con su personaje se intensificó cuando las dos y un mecánico lograron escapar de la finca. "Después de mi protesta, dejaron de pagarme y yo seguí trabajando. Los mecánicos estaban divididos en dos grupos y se daban duro entre ellos. Hubo un robo de una pintura y cuando lo descubrieron los comandantes asumieron que nos habíamos prestado para eso. Nos pidieron 'cantar' quienes habían sido, pero no sabíamos. Nos dejaron con uno que llamaban el 'Flaco', con quien nos detestábamos, pero ese día nos tocó unirnos. En realidad yo no tenía muy claro lo que estaba pasando hasta que otro mecánico me dijo: 'a ustedes los van a matar'. Me fui a buscar al Flaco y lo encontré haciendo la maleta.

"-Me dijo: 'aquí es sálvese quien pueda, yo me voy'. El sitio donde nos tenían era un cuarto largo y en la parte de arriba había una cadena con un candado y una llaves. Salté, lo atrapé y con eso lo encerré. Me gritaba: 'cuando salga la voy a matar'. Le respondí: 'si usted sale, nos vamos los dos, pero eso no se hace. Ni usted ni yo tenemos la culpa. Aquí nos morimos todos. Fuera de que me traen engañada, también me toca morirme...'

"Llegó el comandante y les dijo a los muchachos que estaban ahí: 'mañana vienen por ellos'. Cuando se fue, uno de los pelaos nos dijo: ' Flaco, usted más o menos conoce la ruta para el sur, vuélese, aproveche que los manes están tomando', y me pidió que le abriera. Pensé que era una trampa y le pregunté: '¿Y usted por qué nos quiere ayudar?' Y contestó: 'Porque usted siempre me ha gustado. La verdad es que usted me trama, así que váyase y yo veo que hago'.

"El Flaco me decía 'muévase que esta gueva está tragada de usted'. Le abrí con mucho miedo y comenzamos a correr. Duramos como dos o tres días caminando hasta que fuimos a salir a una vereda del Casanare. En el camino vimos varios campamentos, pero uno no sabía si eran paras, guerrilla o ejército. También teníamos la presión de las culebras. Tuvimos que pasar por un río y como yo no sé nadar, el chino me ayudó, resultó un héroe. Fue muy solidario. Nosotros solo confiábamos en la policía y cuando encontramos un puesto fuimos hacia ellos. Sin embargo, no les contamos nada, les dijimos que estábamos perdidos.

"Llegué a Villavicencio justo cuando la familia se iba para Bogotá. Al poco tiempo me marché para Tauramena, donde duré como 8 o 9 años y pensaba que iba a pasar mis últimos días, hasta que me decidí a ser escritora. Viví con esa vaina de que desde pequeña llevo del bulto; de joven fue lo mismo, conseguí un marido terrible, más tarde traté de tener una microempresa de tortas, pero nada me salió, vivía al día.

"A mí siempre me gustó la lectura y cuando estaba en el colegio se inventaron un concurso de obras de teatro. "Me senté a escribir una historia y cuando me di cuenta tenía 60 páginas. Se llamaba 'Yo no soy pero me parezco'. Con esa obra ganamos el primer lugar y una profesora de castellano, que era española, me dijo que tenía mucho talento. Desde entonces me la paso recogiendo hechos, detalles, por decir algo, si estoy en una fiesta y pasa una pelea o un romance, llego a la casa y lo escribo. De esas historias formo algo. En este momento tengo dos proyectos: uno se llama 'La cita'. Lo saqué de algo que ocurrió cuando era pequeña. A mi bisabuela le gustaba visitar todos los lunes los cementerios y me llevaba. Siempre nos encontrábamos con un señor. Como el cementerio quedaba cerca de la casa, veía que el hombre iba todos los días de 5 a 6 de la tarde pero solo entraba los lunes. Con una amiga nos acercamos y le preguntamos ¿usted a quién viene a visitar?. Nos dijo: 'Es que le estoy cumpliendo una cita a mi esposa, me lo dijo en una carta y si de pronto no vengo y ella llega, no me lleva. Con el tiempo supe que el hombre apareció allí, muerto de un paro cardiaco. El otro es sobre la escasez del agua, ya me metí en internet y averigüé todo lo que tiene que ver con los riesgos de las sequías y los nacederos".

Para escribir y publicar su libro encontró varios mecenas. La señora a dónde llegó le ha perdonado sus constantes retrasos con el arriendo y a veces hasta le regala ropa. Aún así le ha tocado luchar mucho: "Me metí en esto y me monté la película de que era la superescritora, pero no fue así, me tocó buscar quién lo editara y quién me diera la plata para imprimirlo. Me ayudó una profesora, la rectora del colegio José María Córdoba, Liliana María Vega, a quien le agradezco por ser la primera en creer en mí.

"Nadie me ha pagado por dar una charla, pero cuando las hago la idea es que me compren el libro. Es lo que importa. Me han invitado a dar charlas en instituciones como la Universidad Autónoma. La Unidad me ha ayudado mucho con la difusión y ahora estoy colaborando en el proyecto de acogedores. Solo estoy esperando, siento que este libro, en un futuro no muy lejano, después de que se firme la paz, va a coger mucha fuerza".