La Esperanza de los colombianos víctimas en Ecuador

En el Día Nacional del Colombiano Migrante, la historia de Esperanza Corredor*, colombiana refugiada en Ecuador desde hace 16 años, sobreviviente del conflicto armado y quien se destaca por su emprendimiento y liderazgo en la comunidad colombiana residente en ese país vecino.

Por: César A. Marín C.


Bogotá, 10 de octubre de 2022. En 2006, temerosos y agobiados por las amenazas, extorsiones y vacunas que eran objeto, Esperanza Corredor* y su familia decidieron abandonar el predio rural donde tenían una granja de engorde de pollos, en un municipio del Quindío, e irse a Ecuador.

Esperanza había nacido hacía 36 años en el Tolima y desde muy niña su familia se trasladó al Quindío. Allí se graduó cómo tecnóloga agroindustrial, estudió para ser auxiliar de contabilidad y se enamoró de Óscar* su esposo y padre de los dos hijos del matrimonio.

En 1999 decidió con Óscar montar la granja avícola. El negocio arrancó bien, vendían los pollos en plazas de mercado, asaderos y en carnicerías, pero en 2006 al predio comenzaron a llegar hombres armados integrantes de un grupo armado ilegal.

La granja estaba ubicada en una loma desde donde se divisaban claramente las instalaciones de un batallón del Ejército. Por esa razón los integrantes del grupo ilegal hacían presencia en el predio, casi siempre en horas de la noche, para monitorear los movimientos al interior de la unidad militar.

“Ese fue solo el comienzo de nuestro drama porque con el transcurrir de los días esos mismos hombres nos comenzaron a extorsionar, nos tocaba pagarles ‘vacuna’ y aparte de eso nos amenazaron. Incluso cuando iba o regresaba de la ciudad de comercializar los pollos me paraban en la carretera y me interrogaban”, recuerda Esperanza.

Esa fue la razón para que Esperanza y su esposo tomaran la decisión de abandonar la granja e irse a la ciudad más cercana donde Óscar montó una vulcanizadora como alternativa de sobrevivencia. Sin embargo, lejos estaban de tener tranquilidad porque hasta allí llegaron los miembros del grupo armado ilegal y amenazaron a Óscar, quien fue víctima de un par de atentados contra su vida.


Migrar, opción para salvar sus vidas

La situación para el matrimonio se tornó caótica y decidieron irse para Ecuador en compañía de sus dos hijos --para ese momento de 8 y 4 años--. Se instalaron en el área rural de una ciudad ubicada al sur de ese vecino país.

Inicialmente Óscar trabajó como empleado en vulcanizadoras de la región, al tiempo que Esperanza consiguió trabajo en una fábrica. Los cuatro vivían en una habitación y dormían en dos colchonetas. Lograron ese mismo año que el gobierno ecuatoriano les otorgara el estatus de refugiados.

El trabajo en esa fábrica, que consistía en hacer forros para asientos y tapicería de vehículos, no le duró mucho a Esperanza porque resultó alérgica al pelillo que expelía el peluche utilizado en la manufactura y se vio obligada a renunciar.

Pero ella es incansable y la situación prácticamente la obligó a buscar ingresos porque lo que devengaba Óscar era insuficiente para el sostenimiento familiar. Entonces comenzó a hacer empanadas, papas rellenas y tamales que vendía en las escuelas y colegios. Pese a ello, mantuvo firmes sus intenciones de conseguir un nuevo trabajo, pero fue víctima de xenofobia, en varios lugares en los que pretendió laborar, por ser colombiana refugiada. “En algunos sitios me decían hasta guerrillera”.

Posteriormente se trasladaron del área rural a la zona urbana de la localidad ecuatoriana. Asistían a una iglesia cristiana que también congregaba a varias familias colombianas residentes allí. Les dijo: “yo hago empanadas, papas rellenas, tamales y bandeja paisa” y esos colombianos se convirtieron en sus clientes fuertes.

La ‘esperanza’ de los recién llegados

Tiempo después le ofrecieron trabajo en salones de belleza, pero ella desconocía el oficio, sin embargo, hizo unos breves cursos, aprendió rápidamente e ingresó a trabajar en un nuevo frente: “Creo que era como un talento que nunca había explotado y a eso le cogí el tiro muy fácil y me desempeñé muy bien en esas labores”.

Esperanza trabajó en salones de belleza cerca de 10 años. Más adelante su esposo consiguió trabajo como ‘escobita’ barriendo calles con una firma contratista. Al acercarse a los dos años lo vincularon formalmente como ‘escobita’ en la alcaldía municipal, donde trabaja actualmente.

Hoy, Esperanza elabora las declaraciones de renta a los colombianos residentes en la región a la vez que los asesora en otros trámites relacionados con el tema de su estatus migratorio. También les ayuda a gestionar documentos a los colombianos recién llegados a la región. Es como un ángel para sus paisanos, según dicen ellos mismos, que ven en ella esa persona que los anima y les da ‘esperanza’. “La asesoría es gratuita, pero el trámite de documentos y demás sí los cobro porque de eso vivo”, aclara Esperanza.

El liderazgo a flote

A través de “Cimientos”, estrategia diseñada por la Unidad para las Víctimas en Colombia para implementar medidas de reparación simbólica a víctimas del en el exterior, Esperanza presentó una propuesta que fue escogida.

Su propuesta se asimilaba mucho a una jornada de integración que había hecho años atrás con la Asociación de Colombianos Residentes en Ecuador. “En esa ocasión hicimos sancocho y participamos en olimpiadas a través de juegos como rana, carrera de encostalados y demás. Se llamó olimpiadas de integración de la colonia colombiana”.

Este año en el marco de Cimientos le aprobaron su propuesta que incluye 12 actividades de talleres virtuales y presenciales que culminarán en la "2ª Olimpiada de integración y fortalecimiento de nuestras raíces".

En las actividades Esperanza es tallerista, habla a otras víctimas del conflicto colombiano que migraron o buscaron refugio en Ecuador acerca de historia de Colombia, geografía, costumbres, entre otras temáticas, como parte de un proceso de memoria, de acercamiento con Colombia y de fortalecimiento de la identidad. El proyecto inició el 4 de septiembre y finalizará el 30 de octubre.

En geografía les enseña a los niños que Colombia es un país hermoso y les muestra los diferentes lugares turísticos colombianos. Ese tema ha sido especial.

Además, esta líder de la comunidad colombiana, hoy con 53 años, sirve como una especie de enlace entre el consulado colombiano más cercano y la comunidad víctima refugiada. Durante la pandemia llegaron ayudas para las víctimas refugiadas. Para entregarlas, el consulado la buscó para que se comunicara con los compatriotas de esa región.

Para Esperanza, haber abandonado Colombia le dolió mucho por la separación de sus padres y hermanos. “Empezar de nuevo, empezar de cero fue muy difícil, el vacío que se siente por la ausencia del resto de familia es muy duro”, aunque donde residen es un buen lugar y ya están acoplados. “La distancia es dura, sin embargo, la tecnología permite estar en continuo contacto; las heridas emocionales que dejó la migración con el paso del tiempo se han ido cerrando”.

*Nombres cambiados por petición de las víctimas.

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Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas
Oficina Asesora de Comunicaciones, Bogotá 10 de octubre de 2022