La segunda oportunidad de Édgar Bermúdez


Este expolicía, que quedó ciego por la explosión de una mina antipersonal en un operativo antinarcóticos en Nariño, se graduó de psicólogo y hoy trabaja en la Unidad para las Víctimas ayudando a otros sobrevivientes.  
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El país conoció la historia de Édgar Bermúdez en diciembre de 2012 cuando se paró, de vestido, corbata y gafas oscuras, en el primer encuentro de víctimas organizado por la Comisión de la Verdad

Ese día, con mucha espontaneidad, confesó que la guerra solo le dejó el recuerdo de los compañeros que vio morir. También que muchas veces estuvo a punto de perder la vida. “Muchos de ellos murieron por cuenta de una guerra por ideología política” y aprovechó el escenario para pedir por una paz en la que se “respete la diferencia de los demás, donde podamos convivir en paz”.   

Édgar, un policía oriundo de Barrancas en La Guajira, fue el único uniformado que sobrevivió de su escuadrón, al detonar un campo minado. El conflicto armado le dejó varias secuelas, perdió la visión y su rostro desfigurado, pero desde entonces decidió buscar un nuevo camino diferente.

Al tiempo que batallaba por una mejor indemnización por la Policía, empezó una búsqueda interior. Un nuevo hecho le trazaría el camino.

Un día, cuenta, mientras se dirigía a un centro para personas ciegas, intentó atravesar la calle y empezó a pedir a gritos ayuda. Nadie respondía a sus llamados. Sin embargo, de repente, una mujer se le acercó y gentilmente le preguntó:

- 'Señor, ¿qué necesita?'

- ¿Me puedes ayudar a cruzar la calle?, le pidió él, a lo que la mujer le respondió: yo lo cruzo

En el momento que se le acercó la mujer se impresionó por las heridas de su rostro. Él le contó que era policía y que en un atentado había quedado sin ojos y casi sin rostro.

Entonces ella se puso a llorar y le confesó que minutos antes había estado a punto de suicidarse. “Dejé a mí dos niños encerrados en la casa”, dice que le comentó.

El, sin experiencia, le ayudó a desistir de su idea. Ese hecho sería una epifanía. Descubrió que había personas como él que deambulaban por las ciudades necesitando ayuda, por eso decidió estudiar psicología.  

En ese momento, él como víctima, buscaba apoyo en la institucionalidad para superar las heridas físicas y espirituales que le había dejado el conflicto. Se encontró con una respuesta institucional limitada y la ausencia de una política integral de reparación que abarcara a los miembros de las fuerzas de seguridad y a sus familias. “Cuando sufrí el accidente en 2005, la Ley 1448 (Ley de Víctimas y Restitución de Tierras) aún no existía”, rememora.

Dice que la falta de reparación integral dejaba inconformes a los policías, como Bermúdez, que no siempre se percibían como víctimas de la misma manera que los civiles.

Esta falta de reconocimiento complicaba su acceso al apoyo psicológico y a las reparaciones, lo que resaltaba una brecha institucional y legal para abordar las necesidades de las víctimas policiales. De hecho, su tesis de grado se centró en demostrar que los policías heridos no reciben reparación directa, sino que deben conseguir un abogado que les cobraba de honorarios el 30% de la compensación. “Esto crea procesos legales prolongados, lo cual es injusto y complicado para quienes están sufriendo”, reflexiona.

Hoy, después de 20 años de salir de la Policía y de superar sus heridas físicas y emocionales, ya graduado de psicólogo, encontró en la Unidad para las Víctimas ese espacio que estaba buscando para servir a otras personas afectadas por la violencia.

Édgar entró a trabajar en la Subdirección de Prevención y Atención de Emergencias, una dependencia de la Unidad que brinda asistencia a personas afectadas por desplazamientos y accidentes con minas antipersonal.

En esta Subdirección, este expolicía convertido en psicólogo trabaja ayudando a otros identificando a víctimas que no han declarado sus afectaciones o no han sido asistidas por la institucionalidad para que sean registradas y atendidas.

Su travesía, desde cuando era víctima hasta convertirse en sobreviviente y abogar por los demás, ejemplifica el poder de la resiliencia, la empatía y el servicio como catalizadores para la sanación y el empoderamiento en aquellos que enfrentan circunstancias similares. Su testimonio refuerza el compromiso de la Unidad para las Víctimas: “estamos aquí para asistir y hacer todo lo posible para garantizar el bienestar de quienes han sido afectados por situaciones de emergencia humanitaria. Juntos, podemos marcar la diferencia y ofrecer un destello de esperanza en tiempos adversos”. 

Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas
Oficina Asesora de Comunicaciones, Bogotá 9 de abril de 2024