Años 80
Frentes de las Farc transitaban por los caminos y veredas de El Aro en Ituango, Antioquia. Hubo extorsiones y sometimientos a la población.
A la fecha se han indemnizado un total
de 2.188 personas por un valor cercano
a los 20.000 millones de pesos.
A raíz de la masacre, sus tradiciones y sus prácticas culturales se fueron perdiendo, debido a que muchas personas no volvieron al pueblo después de los desplazamientos. Se dejaron de lado las fiestas, convites y reuniones, se terminó la confianza y se disminuyeron las actividades de comercio, lo que además contribuyó a
que se marchitara su agricultura.
Los hechos ocurridos en 1997 fueron de gran impacto emocional para la población. Terror, humillación y degradación, destrucción de la identidad y cultura de la población fue lo que ocurrió con esta masacre, un fenómeno que trasciende el entendimiento.
El impacto se refleja en palabras de los mismos campesinos: “Nos quedamos sin pueblo”.
María Doralba aún recuerda lo ocurrido.
Frentes de las Farc transitaban por los caminos y veredas de El Aro en Ituango, Antioquia. Hubo extorsiones y sometimientos a la población.
Grupos paramilitares quisieron sacar a la guerrilla del territorio y tomar el control.
Las denominadas Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá se tomaron El Aro y acusaron a los pobladores de ser auxiliadores de la guerrilla. Los paramilitares hurtaron bienes, torturaron, amenazaron, secuestraron, violaron mujeres y provocaron el desplazamiento de la población.
Se da paso a la Ley de Justicia y Paz (Ley 975) para facilitar el proceso de desmovilización paramilitar y que los autores de la masacre se responsabilizaran por los hechos ocurridos.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó al Estado colombiano por los hechos ocurridos en El Aro, obligándolo a responsabilizar a los culpables y a reparar a las víctimas de manera colectiva.
Los hechos ocurridos en 1997 fueron de gran impacto emocional para la población. Terror, humillación y degradación, destrucción de la identidad y cultura de la población fue lo que ocurrió con esta masacre, un fenómeno que trasciende el entendimiento. El impacto se refleja en palabras de los mismos campesinos: “Nos quedamos sin pueblo”.
La comunidad campesina de El Aro propone la realización de actividades artísticas para su plan de reparación, las cuales necesitan apoyo. Aura Yadira Palacio es una de las tejedoras y tiene constituido un grupo de canto que requiere nuevos instrumentos.
Socialización del programa de reparación colectiva en el marco del Comité de Justicia Transicional del municipio de Ituango.
Realización del primer acercamiento con la comunidad de El Aro para hacer la socialización de la Ruta de reparación.
Se presenta a esta colectividad la medida de rehabilitación comunitaria, que se aplica a través de la estrategia ‘Entrelazando’ para fortalecer el tejido social y restablecer los vínculos de confianza y la superación del dolor, además de enfrentar el miedo e incertidumbre. Se identifican a los líderes cuidadores para asumir el rol de tejedores y tejedoras.
Declaración por parte de la comunidad de los hechos victimizantes a través del Formato Único de Declaración, testimonios que posteriormente son valorados por la Unidad para las Víctimas.
Inclusión de la comunidad campesina del corregimiento de El Aro en el Registro Único de Víctimas como Sujeto de Reparación Colectiva.
Se avanza en el proceso y desarrollo de la Ruta de reparación colectiva y se identifican los aspectos que representan violaciones a los derechos humanos.