La parroquia, centro de la guerra
El 2 de mayo del 2002, en medio de un enfrentamiento armado entre un grupo paramilitar y miembros de las Farc, una pipeta, lanzada por la guerrilla, estalló en el centro de la iglesia católica de Bellavista, cabecera municipal de Bojayá, lugar donde la población civil se resguardaba. Como consecuencia de esa acción violenta, murieron 79 personas, más de 100 resultaron heridas y cerca de 1.740 familias se desplazaron hacia Quibdó.
El día después de la masacre, los cuerpos de los fallecidos fueron arrojados a una fosa común, ante el temor a una epidemia y porque la guerrilla dio la orden de desaparecerlos. Meses después, los cuerpos fueron extraídos de allí por la Fiscalía, entregados a la Alcaldía municipal y enterrados nuevamente en el cementerio local y en algunos cementerios de municipios vecinos, aunque sin la certeza de quién era quién.
El 6 de diciembre de 2015, durante el acto de reconocimiento de responsabilidades por parte de las Farc a los pobladores de Bojayá, la comunidad solicitó, en el marco del proceso de reparación colectiva que se estaba iniciando por parte del Estado, que la exhumación, identificación y entrega digna de las víctimas mortales era una prioridad para ellos.
A raíz de esta solicitud, arrancó un trabajo interinstitucional entre entidades como la Unidad para las Víctimas, Fiscalía General de la Nación, Medicina Legal, y la Consejería Presidencial para los Derechos Humanos con el fin de dar respuesta pronta a la petición de los bojayaseños.
Posteriormente, en mayo del 2017, se hicieron las exhumaciones de Bojayá en tres cementerios: Pogue, Vigía del Fuerte y Bellavista. También se hicieron prospecciones en Bellavista antiguo, Loma Rica y Riosucio sin resultado positivo para recuperar estructuras óseas humanas. En total, se recuperaron 77 casos (casos porque algunos estaban mezclados y uno de ellos era la fosa 75).