La resiliencia de Yolanda Salgado

Una mujer, madre y abuela, víctima de múltiples violencias que quiere sacar adelante a su nieto con discapacidad. La vida le ha dado varias veces la oportunidad de levantarse y mirar a través del color de la miel, un mañana más esperanzador.

Por: César Augusto Marín C. 

Yolanda Salgado* nació hace cerca de 60 años en Ibagué. En ese tiempo, la ciudad tenía varias fincas y ella creció en una de ellas, que era propiedad de su familia. Fue criada por su madre, un tío, su abuela y su bisabuela. Tiene claro y jamás olvidará que fue víctima de abuso sexual a la edad de seis años. Fue muy dura su infancia.

A raíz de esa niñez que ella misma define como cruel, a los 11 años fue llevada a Bogotá, al barrio la Estanzuela, ciudad en la que residía su padre con su madrastra y sus medios hermanos. Pero en la capital la historia tampoco fue muy diferente: era objeto de matoneo y maltrato por parte de sus hermanos medios, su madrastra no la dejaba ir a la escuela y un amigo de la familia la violentaba sexualmente.

A raíz de todo lo anterior, Yolanda decidió irse de allí y se fue a vivir con su tía Carmenza* al barrio La Alquería. Pero las cosas ahí tampoco cambiaron mucho. Un hijo de la tía, de nombre Alfredo* y quien tenía una discapacidad cognitiva, intentó abusar de ella, pero Yolanda se defendió amenazándolo con un arma blanca.

Luego regresó al Tolima, exactamente al municipio de Armero, a vivir temporalmente donde una tía, donde se dedicaba a comercializar miel y otros  productos. Incluso la noche de la avalancha, en noviembre de 1985, Yolanda estaba en el pueblo. Cuenta que se salvaron porque minutos antes se fueron hacia el cementerio, en la parte alta del desaparecido municipio, y así lograron sobrevivir a la tragedia.

Posteriormente, volvió a Bogotá y se fue a vivir a donde otra familiar al barrio La Estrella, en Ciudad Bolívar, a la casa de su abuelo paterno, donde duró muy poco tiempo porque se aburrió, según ella, “por el maltrato que le daba la esposa a su abuelo paterno”.

Allí conoció a una señora de nombre Olga, que residía en el barrio San Carlos, (localidad de Tunjuelito), y quien era comadre de su abuelo paterno. Comenzó a frecuentar ese sector y estando en esas conoció a Jaime*, quien con el tiempo se convertiría en el padre de sus cinco hijos (tres mujeres y un hombre).

Para el año 2002 ella vivía con su esposo y sus hijos en el barrio México en Ciudad Bolívar. Para esa época su único hijo varón (Arturo*), ya de 18 años de edad, fue reclutado por un grupo armado ilegal que operaba en Altos de Cazuca (Soacha).

Esa noche que reclutaron a su hijo Arturo, su esposo Jaime al enterarse de esa situación entró en cólera y estando en alto estado de embriaguez la golpeó hasta dejarla casi inconsciente.

Días después de que su hijo fuera reclutado, miembros del mismo grupo armado ilegal arribaron a su casa exigiéndole que les diera la suma de 4 millones de pesos. Ella en esos momentos no los tenía y en represalia fueron abusadas sexualmente Yolanda y una de sus hijas que en ese momento tenía 13 años de edad.

Esa noche su esposo llegó otra vez embriagado y al enterarse que Yolanda y su hija habían sido abusadas golpeó a Yolanda so pretexto que ella “se le había ofrecido a los agresores”.

Yolanda, siempre resiliente, continuó adelante con su vida. No aguantó más los maltratos por parte de su esposo y se separó de él. La familia siguió creciendo con la llegada de los nietos, incluso crió a uno de ellos, Javier*, que es sordo mudo y en la actualidad, con 16 años de edad, vive con ella.
Javier es su adoración. Cuenta orgullosa que su nieto “está terminando grado 10 en un colegio para sordo mudos y ciegos, que es de los mejores alumnos y que su vida gira en torno a él”.

Ella forma parte de un colectivo de mujeres víctimas de violencia sexual, desplazamiento y otros delitos, que les ofrece apoyo y acompañamiento para resarcir las victimizaciones sufridas. Con este colectivo, la Unidad para las Víctimas ha realizado encuentros, ofreciendo acompañamiento psicosocial y dando a conocer la ruta de atención y asistencia para víctimas del conflicto

Hoy, Yolanda trabaja medio tiempo en las oficinas de una empresa de transporte. En el otro medio tiempo asiste al colegio donde estudia Javier a terminar de aprender el lenguaje de señas para comunicarse mejor con él, se rebusca la vida vendiendo postres y miel y pese a las dificultades y adversidades de la vida, logra salir avante. Todo lo hace, dice, por el amor que siente por Javier.

*Nombres cambiados.  

    Unidad para la atención y reparación integral a las víctimas
    Oficina Asesora de Comunicaciones - 2019