“La guerra en el país es una historia de terror”

María Angélica Suárez, sicóloga, con 10 años de experiencia en la Defensoría del Pueblo, en orientación y asesoría a las víctimas del conflicto armado, y Nayibe Patiño, sicóloga y pedagoga, con solo un año en la misma labor, durante la toma de declaraciones a un colectivo de mujeres víctimas de violencia sexual cuentan cómo es el trabajo de recibir las confesiones de los hechos victimizantes.

Dentro de las múltiples declaraciones que han tomado por diferentes hechos víctimizantes, ¿cuál cree que es la más dolorosa de escuchar? 

MS: Ha habido muchísimos casos dolorosos que te cargan muchísimo, pero ahora siento que este colectivo de mujeres víctimas de violencia sexual me ha impactado porque es una población muy abandonada con muchas expectativas y muchas carencias, y me han impactado muchísimo porque el caso de estas mujeres son terriblemente dolorosos , y creo que ningún ser debe pasar por estas situaciones; también me he dado cuenta de que son seres muy fuertes porque las cosas que ellas han vivido, y estar aquí y tener la fortaleza para seguir luchando eso no es de cualquiera.

NP: Tomar una declaración siempre será complicado por cualquiera de los hechos violentos. Pero con el delito de violencia sexual es mucho más complicado porque hay un silencio total. Las mujeres que van a declarar este delito lo hacen mucho tiempo después de que ha sucedido el hecho violento por, digamos, una carga social y cultural que existe alrededor, ya que el cuerpo de la mujer siempre ha sido un objeto de guerra, y eso va a ligado a unos modos de actuar culturales, entonces las mujeres sienten que son culpables, les da vergüenza. Toman eso como un hecho menor, declaran el desplazamiento, el homicidio de sus familiares y no declaran este hecho, sino que lo hacen mucho tiempo después, cuando ya han hecho un proceso como el que han hecho con esta organización.

Cuando preguntan qué hecho victimizante sufrió ¿solo esperan la respuesta? ¿o tienen entre sus funciones preguntar si sufrieron violencia sexual justamente para evitar ese retraso en la declaración?

NP: Cuando las personas se acercan a pedir algún tipo de asesoría se les pregunta si están en el Registro Único de Víctimas (RUV) o no. La persona también puede llegar diciendo que quiere hacer alguna declaración, pero tomamos las declaraciones que las personas están dispuestas a dar, sin ningún tipo de presión; les sugerimos más bien que cuando sienta que es el momento lo hacemos con el fin de no revictimizar.

¿La experiencia trabajando en esto en algo ayuda cuando van a tomar declaraciones por hechos de violencia sexual o piensan que por más experiencia los hechos son tan dolorosos que alcanzan a impactar?

MS: La experiencia no vale en el tema de la emocionalidad. Puedes tener mucha experiencia en cómo abordar el caso con la persona, cómo hacerla sentir tranquila, en confianza para que ella pueda contar lo sucedido, pero el tema de la emocionalidad se controla para no desmoronarse junto a la víctima, porque no es la idea, porque tiene que tener fortaleza para poder ayudar, pero el tema es duro, así uno no lo refleje físicamente, así no se llore, la carga emocional es tan fuerte porque empiezas a sentir un cansancio en los hombros en la cabeza, tu corazón afectado, un cansancio general y eso es producto del trabajo de lo que se escucha, del relato.

NP: Yo creo que cada caso tiene una particularidad, todas las declaraciones son dolorosas, porque lamentablemente la guerra en el país es una historia de terror. Sin embargo, las declaraciones por violencia sexual en lo personal son más difíciles, porque soy mujer y porque sé lo que es convivir en una sociedad que tiene a la mujer como objeto.

Lo que pasa es que las heridas y cicatrices tienen su proceso, y hay mujeres que pueden hablar con más tranquilidad porque han trabajo sobre ese dolor, pero hay otras mujeres que en la declaración se devastan de una, lo que es comprensible porque al recordar todo eso mueven las fibras, así haya pasado el tiempo que haya pasado.

¿Les ha pasado que a veces no saben qué hacer, qué decir?

MS: Claro que sí, no tenemos las respuestas para todo, las palabras que tenemos qué decir no las van a curar ni les van a aliviar el daño, es la impotencia de no tener respuestas y más que la respuesta es no tener solución, que uno queda en stand by, y la carga es peor.

Algunas mujeres dijeron que lo que estaba viviendo en la ciudad, sea Soacha o Bogotá, estaba siendo más duro que el mismo hecho victimizante, ¿les dijeron eso?

MS: Sí, ellas vivieron su hecho victimizante, pero lo más duro fue tener que salir de su territorio y abandonar lo poco o mucho que tuvieran allá, porque allá tenían cierta estabilidad, tenían su hogar, su familia y sus medios para tener su propia comida, para dar estudio a sus hijos, para luego llegar a un territorio donde no conocen a nadie, donde no tienen oportunidad de conseguir empleo, donde no tiene dinero, entonces eso les afecta más que cualquier otra cosa.

¿En toda la experiencia de estos años algún caso le quedó sonando en la cabeza?

NP: Lo que los victimaros hacen a estas mujeres son unas heridas que no se van a desaparecer de la vida de ellas jamás, son cicatrices en el cuerpo y la mente que lamentablemente no se van a borrar.

MS: Uy sí. Yo trabajé tres años y medio en Soacha, desde el 2009, y a mí me ha afectado siempre mucho el tema de las víctimas que son adultos mayores, y las víctimas que llegaron desplazadas de su tierra, que vivían en el campo, porque por poquito que tuvieran, tenían su tierra, tenían de dónde sacar sus alimentos, y llegaron a Soacha a no tener dónde vivir. Hubo un caso de un adulto mayor que me llegó al corazón, me impacto muchísimo, estuve muy pendiente de él, ayudé en lo que pude, de manera personal lo ayudaba, nunca lo indemnizaron, y murió en una situación bien complicada. Venía de Neiva. Vivía en una casa de un amigo que también llegó de allá. El amigo había construido en un lotecito unas piecitas y le dio un lugar con paredes, pero sin techo, así que dormía a la intemperie.
Del colectivo Petra me impactaron todos los casos. Historias llenas de dolor, sin solución de nada, con hijos pequeños y en un territorio que no es el de ellas, y la forma como cuenta y lloran al recordar esos hechos y cada vez que ellas repiten lo que les sucedió significa que vuelven a vivir lo que les sucedió y cada vez es más triste. Me impactó muchísimo. Me voy demasiado impactada con este trabajo y con unas ganas de que pase algo, no sé qué, pero tiene que pasar algo. 

    Unidad para la atención y reparación integral a las víctimas
    Oficina Asesora de Comunicaciones - 2019