✕ Cerrar

Sierra Morena: por la restitución de derechos de los niños, niñas y adolescentes bogotanos

Uno de los ejemplos de la implementación del Protocolo de Participación de los niños, niñas y adolescentes se vive en la ciudad de Bogotá. Esfuerzos conjuntos entre el Distrito y la Unidad para las Víctimas buscan que esta población y los padres de familia aprendan cómo ejercer sus derechos.

* * * * *

Uno de los ejemplos de la implementación articulada del protocolo de participación para esta población se vive actualmente en la ciudad de Bogotá. Este pilotaje busca capacitar en cinco fases a este grupo poblacional. El inicio de las escuelas de Memoria y Paz se hizo en Sierra Morena, localidad de Ciudad Bolívar donde la Alcaldía de Bogotá ha detectado la presencia de muchas víctimas del conflicto armado que llegan a la capital y se ubican en estos barrios.

Este espacio reúne personas de varias regiones del país, por lo que la presencia de diferentes etnias es latente. Cabe recordar que, según el Registro Único de Víctimas, 631.206 personas han declarado algún hecho victimizante en la ciudad. “En esta localidad buscamos el lugar donde se concentran mayor número de víctimas. Tenemos muchas personas ubicadas en los barrios circundantes y acá en Caracolí, donde establecimos que hay mayor número de personas víctimas”, explicó Diana Marcela Bernal, de la Secretaría de Integración Social, Infancia y Adolescencia.

El objetivo primordial de este taller, que se construyó en conjunto con la Alta Consejería para los Derechos Humanos de Bogotá, la Secretaría Distrital de Integración Social y la Secretaría de Educación a través la Mesa Distrital de Protección de los Niños, Niñas y Adolescentes Víctimas y Afectados por el Conflicto Armado es, según Alirio Delgado, de la Alta Consejería, “forjar acciones que promuevan y garanticen la protección los derechos de los niños, niñas y adolescentes en Bogotá desde los territorios, con una perspectiva pacífica, colectiva, democrática y transformadora”.

Los derechos, el eje principal para la transformación social

El protocolo de participación nace de la idea de promover acciones que permitan garantizar los derechos de esta población. Esta iniciativa aprobada en 2014 en la política pública de Infancia y Adolescencia ya inició su implementación en los municipios de Villavicencio, Pasto, Cartagena, Montería y Yopal. En Bogotá, se está haciendo un pilotaje en Sierra Morena y Puente Aranda. Ana Katherine Rivera, de la Dirección Central en Bogotá de la Unidad para las Víctimas, resalta la participación activa de quienes conforman cada uno de los grupos. Nos ha sorprendido la participación de los cuidadores y de los niños.

“Quiero obtener conocimiento de muchas cosas, sobre todo en materia de derechos ya que donde estaba no tuve la oportunidad de acercarme a este tipo de talleres y ahora quiero aprovechar al máximo estos espacios. Muchas veces nos encontramos con personas que no nos ayudan a conocer nuestros derechos o los niegan y los derechos no son para mendigarlos sino que los podemos reclamar ante el Estado”. Esta es la conclusión de Justino Martínez, padre de un niño de tres años y asistente al taller, quien tuvo que desplazarse a Bogotá debido a las amenazas recibidas.

La historia de Justino refleja la de muchos habitantes de este espacio de la capital colombiana: “Yo llego a Bogotá porque mi vida estuvo en riesgo y me tocó dejar mi familia y todo lo que tenía y, pensando en un futuro mejor y salir adelante, llegué a Bogotá. Me di cuenta que cuando hay que luchar por conservar la vida se deben romper los apegos y volver a empezar y quise continuar con mis sueños. Salí como volador sin palo y, bendito Dios, acá estoy. No veo a la familia hace 10 años, desde que salí del territorio. Dios siempre me ha tenido bien y con vida. Me ha dado un hijo hermoso y ahorita mismo estoy pensando en luchar por mi mayor sueño, que es mi vivienda propia para mí y mi familia. Debo ser un hombre aplicado y emprendedor. Quiero estudiar los fines de semana y estoy revisando las posibilidades de hacerlo”.

Según Diana Marcela Bernal, en este tipo de entornos “pueden hablar y dialogar con sus pares en un espacio donde pueden contar sus vivencias pasadas y presentes. Les permite mejorar sus procesos de crianza ya que los niveles de agresividad en el entorno familiar disminuyen: ellos mismos se retroalimentan para mejorar el trato con el otro y con sus hijos, y aprenden de las experiencias de los demás para manejar diferentes situaciones que trae vivir en la ciudad. Además, crean redes de apoyo para mitigar las problemáticas que se presentan en el territorio porque se convierten en gestoras y gestores de paz”.