Hace 32 años, un 3 de abril en 1988, se celebraba el último día de las tradicionales fiestas de fandango en el pueblo, en la casa finca La Florida, en la vereda Mejor Esquina, jurisdicción del municipio de Buenavista, en Córdoba. Ese día ocurrió la masacre denominada el “Fandango de la muerte”, que cobró la vida de 27 campesinos de la región, perpetrada por sujetos vestidos de camuflado verde que se bajaron desde una camioneta y que hicieron de este hecho violento la primera masacre de la Costa Atlántica cometida por el aparato paramilitar organizado, que surgió en el Caribe durante la década de los 80.
Hoy, la Unidad para las Víctimas acompaña la conmemoración de esta fecha, de la mano con la comunidad, en un trabajo de reparación que garantice la no repetición de los hechos y la recuperación de la dignidad de esta población.
La labor que la Unidad ha venido desempeñado en los últimos años en la comunidad de Mejor Esquina y sus veredas (La Línea, Bellavista, Caldo Prieto, Bajo de la Vaca, Las Barras) ha sido crucial en el reconocimiento de las víctimas y en la focalización de la comunidad como Sujeto de reparación colectiva pues el enfoque de la ruta va más allá de la reparación individual y busca construir con sus habitantes las razones del por qué su pasado violento no debe ser lo único que los proyecte a tener un futuro mejor y que pueden construir una vida totalmente diferente sobre las ruinas que les dejó el conflicto armado a través del perdón y la reconciliación.
“Aquí, la gente no se atrevía a hablar, el miedo aún se sentía en las calles, muchos aprovecharon y declararon, la Unidad también trajo a la Defensoría del Pueblo, adultos mayores que no habían podido hablar lo hicieron y las declaraciones ayudaron mucho a la comunidad, ya que con ellas vinieron las ayudas”, expresó María Elena Sáez, líder de la Mesa de Participación Efectiva de Víctimas del municipio de Buenavista y miembro del Comité de Impulso de sujetos de Reparación Colectiva de la comunidad Mejor Esquina y sus veredas.
María Elena es una de las personas seleccionadas y formadas como líderes durante la implementación de los programas psicosociales Entrelazando, convirtiéndose así en una de las tejedoras de paz en su comunidad.
Estos tejedores y tejedoras son pieza clave para garantizar el goce efectivo de los derechos vulnerados en las comunidades y restituir la dignidad de la población.
La Ruta de Reparación Colectiva se ha convertido en el eje y la herramienta de reparación más importante para que estas comunidades dejen atrás los hechos de conflicto armado y puedan avanzar hacia un futuro para sus generaciones.
(Fin/JRM/LMY)
