Escudo de Colombia y texto de la Unidad para las Víctimas
Historias de vida

Victoria Díaz

Victoria Díaz: el anhelo del retorno

Amanece en Las Palmas, un corregimiento de San Jacinto (Bolívar), a una hora del casco urbano. Después de tres días de conmemoración de los 14 años de desplazamiento, los carros se alistan para transportar a los palmeros hacia la carretera principal donde algunos buses los llevarán a las ciudades en las que han vivido más de una década.

Entre cientos de personas está Victoria. Luce elegante, con dos estrellas adornando sus ojeras y una cadena dorada en su cuello, como si fuera un domingo y se preparara a ir de comprar a San Jacinto, tal como hacía en la década del 90 antes de que las Autodefensas decidieran sacar a toda la población.

Es 100% palmera y en su larga cabellera nacen los primeros hilos de plata que dan cuenta de sus sesenta años de vida. Como todos los hijos de esa villa costeña, esta mujer creció entre el silbo de gaitas, el arrullo de acordeones y vallenatos. Hoy, pasa sus días en Barranquilla, donde vive desde octubre de 1999.

Es devota de Santa Lucía, a quien los habitantes rinden homenaje cada 13 de diciembre, y en nombre suyo, celebran una fiesta alrededor de porros y fandangos. Aunque vive lejos de su tierra natal, todavía le da gusto al paladar preparando el desayuno que aprendió de padres y abuelos: yuca acompañada de ñame, queso y suero.

Victoria huyó de la violencia el 28 de septiembre de 1999 junto a dos de sus hijos y otras 160 familias más, pues días antes las Autodefensas habían asesinado a 4 personas que se sumaron a otras 10 de julio del mismo año.

José Celestino de Ávila, un sobrino, estaba entre las víctimas mortales de aquella arremetida paramilitar.

“Ese día asesinaron a mi sobrino, José, yo no lo podía creer. Yo solo me preguntaba por qué hacían cosas tan malas. Qué pecado, yo pensaba, por qué nos hacen esto”, comenta.

La llegada a Las Palmas, donde todo es folclor, alegría, parranda y laboriosidad, se hace a lo largo de 15 kilómetros por una vía destapada que guarda los sollozos de aquel 28 de septiembre como también los amoríos y canciones de juglares vallenatos como Julio Fontalvo, un palmero embajador de la música sabanera y compositor de canciones célebres como ‘río crecido’ ‘río seco’ o ‘mírala cómo va’, que han interpretado los hermanos Zuleta y los Betos, entre otros.

Por esto y muchas razones más, Victoria considera que al sacarlos de su tierra, los paramilitares también acabaron con parte de la cultura, las prácticas sociales, los juegos, las parrandas y además, le quitaron a Las Palmas su motor económico, ya que hacia la década de los 90 este corregimiento aportaba importantes beneficios a la economía de San Jacinto, dado que allí estaban las más grandes tabacaleras, cultivos de yuca, ñame y plátano. También la extracción de madera era parte de la economía de esa localidad y la ganadería, porcina, ovina y bovina.

“La vida acá antes que llegaran ellos era muy buena. Yo me sentía muy feliz. Tenía mis tres comidas y no tenía que andar pensado en nada. A las cuatro me levantaba a barrer, tenía mis gallinas, tenía mis cerdos. Cuando llegaba una visita yo tenía cómo brindarle una sopa de comida. Pero ahora en la ciudad no es igual y todo se hace con mayor esfuerzo”, dice.

Victoria recuerda con exactitud la mañana de septiembre en la que los palmeros, niños y viejos, huían para salvar su vida.

“Cuando salimos era así como hoy, había llovido también, iban a ser las seis y media de la mañana. Yo salí con mis dos hijos en una mula, pero muchas personas iban a pie. Yo llegué a San Jacinto y duré tres días sin poder caminar porque tenía paralizadas las piernas, creí que me iba a quedar así pa’ toda la vida”, comenta.

Desde entonces Victoria no pisaba el suelo que la vio nacer. Incluso, en el 2010 cuando cientos de palmeros se dieron cita para conmemorar aquel hecho y recordar en medio del júbilo y la nostalgia a sus muertos, ella no pudo asistir.

Pero sí lo hizo 14 años después, el 28 de septiembre del 2013. En aquella fecha, casi 600 personas que venían de Sincelejo, Bogotá, Cartagena, Maicao y Montería, entre otras ciudades a donde llegaron luego de la incursión paramilitar, pudieron rencontrarse y hacer que la música, abrazos y besos, volvieran a encender el fuego de la vida en Las Palmas.

Durante tres días, bailaron y compartieron, revivieron juegos y actividades sociales como las fogatas en la misma plaza donde la comunidad fue reunida por los paramilitares y sacados a empellones. No era igual, por supuesto. Muchas casas están caídas, como la suya.

“Yo no quise ni ir a ver la casa porque me dijeron que ya estaba enmontada. Para mí fue muy duro ver la casita metida entre la maleza”, dice.

Al salir de la misa en conmemoración de las víctimas, Victoria se paró frente a una pared blanca, a un costado de la capilla de Las Palmas, donde el nombre de su sobrino José Celestino aparecía al lado de otros nombres como Eustaquio Sierra, Luis Felipe de Ávila, Segundo Caro, Álvaro Caro, Alberto Castillo, Adalberto Caro, Gregorio Fontalvo, Gregorio Fontalvo, Argemiro Medina, Emma Herrera, José Celestino de Ávila, Rafael Gustavo Sierra, Tomás José Bustillos, Dilia Herrera y José Clemente Sierra.

Mucha nostalgia sintió al recordar que ese mismo día en que cayeron algunos de estos hombres y mujeres ella retó a los paramilitares:

“Cuando yo vi que sacaban a los niños del colegio y le dijeron a todo el mundo que se fuera, ya habían matado a 4 personas y ahí estaba mi José. Yo les dije que si tenían ganas de matar gente, por qué no me matan a mí también. ¡Qué pecado!, ¡que hicieron!, ¿por qué tenemos que sufrir este percance si nosotros somos gente buena y no le hacemos daño a nadie?”, les preguntó

La tragedia de Victoria se repite para muchas víctimas. Sin embargo, cada día las condiciones están dadas para el retorno de estas familias. En marzo del 2013 inició formalmente el proceso de reparación colectiva, tras acordar con la comunidad la voluntad del regreso y conformar el Comité de Impulso. De acuerdo con las cifras oficiales de la Unidad para las Víctimas, en la actualidad han retornado al corregimiento 54 familias y hay 117 con dispuestas a hacerlo. Victoria es una de esas mujeres cabeza de hogar que sueña con volver, levantar la casa que hoy está enmontada y retomar la venta de víveres, como en aquella época.

“Yo sí quiero retornar, si ponen la luz y a arreglan la carretera yo me vengo para acá y monto otra vez mi tiendita, Vea, yo recuerdo que cada 8 días íbamos a San Jacinto a traer la remesa, yo vendía arroz, manteca, azúcar, es que esto acá es muy bueno”, comenta emocionada.

La reparación colectiva es un componente de la reparación integral, contenido en el capítulo VII de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, que aborda medidas de restitución, indemnización, rehabilitación, satisfacción y garantías de no repetición, a la cual tienen derecho las comunidades y las organizaciones o grupos sociales y políticos, afectados por el conflicto armado.

Además, el retorno traerá consigo algunas obras importantes. En diciembre del 2013, según datos suministrados por la Gobernación de Bolívar, volverá el fluido eléctrico a Las Palmas. Asimismo, la casa de la cultura, templo de la reconstrucción histórica del corregimiento, también volverá a levantarse a finales de este año.

Además, la Unidad para las Víctimas trabaja en la elaboración del Proyecto Diseño del Acueducto. Una vez esté el diseño, el Viceministerio de Aguas adelantará acciones necesarias para financiar la construcción.

Otra buena noticia para Victoria es que el caso de reparación de Las Palmas está focalizado en Unidad para las Víctimas y la Unidad de Restitución de Tierras. Ese dato la emociona:

“Ay, es una alegría muy grande. Aunque se siente mucho dolor volver y ver que las casas están caídas. Uno se emociona, pero da mucha tristeza al ver este pueblo cómo está. Definitivamente tenemos que volver. Cuando vi las casas pensé, pero qué pasó aquí, se rodaron las casas, no está como estaba”, comenta.

Detrás de sus lentes oscuros, no solo guarda los ojos del inclemente sol que nunca se ha ido de Las Palmas. También se esconde un par de lágrima que suelen salir en medio de nostálgicas tonadas que ella canta, como cantan todos los palmeros cuando evocan con fervor al maestro Julio Fontalvo:

“Por fin tú te acordaste de este pobre ser humano;
Eres como el invierno, que se aleja pero vuelve
pa´revivir las plantas marchitadas del verano”

Detrás de la música viene el recuero como un ‘río crecido’. Como solía decir Fontalvo “Cuando el rio está creciendo se nota en la espuma, y se pone rebelde suena que da miedo”. Y así suenan las anécdotas que resumen estos 14 años lejos de casa:

“Yo duré tres días en San Jacinto con los niños donde la señora Miriam que era cuñada mía, pero como mataban tanta gente, porque ahí también se formaba el ‘merequetengue’, entonces yo dije: –No esta vida no la aguanto, no la ando buscando, esos tiros que se escuchan de madrugada me ponen mal, entonces cogí los ‘chocoritos’ y me fui para Barranquilla”, cuenta.

En la capital de Atlántico pasó las duras y las maduras. Y aunque estuvo a punto de obtener un subsidio de vivienda, algunas inconsistencias jurídicas impidieron que lograra su propósito.

“Allá estaban mis otros hijos, pero como donde vivían era pequeño y ellos ya tenían sus hogares, entonces alquilé una casa y me fui a vivir allá con mis dos hijos menores. Después me salió un subsidio de vivienda pero no lo he podido sacar porque el señor del proyecto después las hipotecó”, comenta.

Realizó diferentes actividades en Barranquilla y así pudo sacar a los dos pequeños adelante. Hoy, seis de sus hijos tienen hogares conformados y viven en Barranquilla. Armando -el menor- tiene una farmacia y Hugo, otro de los pequeños que vivió en carne propia el desplazamiento, trabaja en Venezuela.

Han pasado tres días y la conmemoración llega a su final. El jeep que sale hacia San Jacinto completa el cupo. Victoria suspira, mira alrededor y sonríe. Hace 14 años estaba en el mismo lugar, casi a la misma hora. No es la misma situación de entonces, y esta vez se va de Las Palmas con la seguridad de que muy pronto una llamada le advertirá que llegó la hora del regreso.