Escudo de Colombia y texto de la Unidad para las Víctimas

Por qué una madre y su hija ayudan a buscar personas desaparecidas

Por Yuli Urquina

En la casa de Gladys López y Martha Oviedo existe un cuarto reservado con expedientes, fotografías, reconocimientos, siluetas —en tamaño real—, alusivos a la ausencia de cientos de personas desaparecidas a causa del conflicto armado.

En el centro, un pequeño atrapasueños de colores permanece suspendido. Tal vez la presencia de esta red de origen ancestral represente el anhelo de conseguir verdades y respuestas sobre las desapariciones.

Quienes conocen el lugar creen que la oscuridad y el frío parecen reflejar la impunidad y la indiferencia de la sociedad y de muchas instituciones ante estas historias. Este “reservado” es el trabajo de 18 años de la organización “Familiares Colombia”, asociación que ha sobrevivido a los rigores de la violencia y a las afectaciones de la pandemia del covid que impidió su permanencia en una conocida sede en el centro de la capital del país. Lo que le ha sobrado es la voluntad de seguir adelante con una cruzada que a ratos parece quijotesca.

Gladys López, su fundadora, cuenta los años de trayectoria de esta organización junto a otros 20 en los que militó como lideresa en la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (ASFADDES). “Familiares Colombia” brinda asesoría en la gestión de la búsqueda de las personas desaparecidas forzosamente y documenta la historia de lo sucedido para que no se repita.

Su liderazgo tiene fuertes motivos pues desde los siete años vivió junto con su padre Faustino López Guerrero, dirigente agrario del Magdalena Medio, desaparecido forzadamente en 1984, la persecución y la presión de fuerzas del Estado.

“Él tenía 78 años cuando se lo llevaron, precisamente, por pensar y ser diferente; fue miembro del Partido Comunista”, relata Gladys entre sollozos en su oficina que adaptaron en la casa donde funciona su organización.

“Familiares Colombia” nació con la insignia de “apoyo mutuo” en el 2005 ante el dolor de cientos de víctimas de desaparición forzada y por la necesidad de buscar a los familiares desaparecidos, y resurgió en 2019 como “Familiares Colombia Línea Fundadora” para dinamizar el trabajo de búsqueda y el liderazgo con un objetivo en común desde las regiones.

“Cuando empezamos, siempre luchamos y hablamos de que no hubiera más desaparecidos en Colombia, para que no sufrieran lo que nos ha tocado a nosotros, pero desafortunadamente nuestro pedido caía en oídos sordos. Yo entré a hacer parte de ASFADDES en el 84, cuando desaparecieron a mi papá, y ahí estuve por más de 20 años. Posteriormente, pasamos a ser parte de Familiares Colombia”.

Su presencia abarca Santa Marta (Magdalena), Recetor y Chámeza (Casanare), Dorada y Victoria (Caldas), Puerto Salgar y Bogotá, regiones en las que según el Registro Único de Víctimas cerca de 20.000 personas han sido víctimas directas e indirectas de desaparición forzada.

Una organización que es como una familia

“Somos la voz de los que ya no están”, afirma Gladys con vehemencia, pero también con indignación, al concluir que en términos de reparación se ha contado una verdad a medias y hace falta mucho para obtener respuestas.

“Siempre ha sido el trabajo de nosotros”, asegura, y cuando habla de “nosotros” se refiere a su organización y, principalmente, a Martha Oviedo López, su hija, que actualmente ejerce como directora de la ONG, y quien le heredó la pasión por liderar, ayudar a otros y hallar justicia y verdad a través de la búsqueda.

“Empezamos a recibir talleres de cómo trabajar, de cómo buscarlos, cómo organizarnos; nos volvimos como una familia, nos contamos nuestras historias”, expresa Gladys.

Madre e hija aprendieron el arte de buscar desde la experiencia de otras abuelas y madres víctimas de este flagelo; ahora ellas encarnan esa sabiduría y la voz de cientos de desaparecidos y de sus familias que luchan en el país por encontrar a sus seres queridos y para que estos hechos no se repitan.

Martha también ha padecido las secuelas de la violencia. Relata que, “en el trasegar de la búsqueda de mi abuelo también fui víctima de tortura, de violación y me alejé un poco, yo era miembro de la Unión Patriótica, naciente en ese momento”.

Luego de la pandemia, y ante la necesidad de asumir las riendas de la organización y apoyar el trabajo de Gladys de tantos años, Martha decidió hacer esta tarea, regresando en cada paso a la esencia de esa rutina que representa la búsqueda: “Para nosotros cada objeto, cada lugar que ocuparon, cada artículo, es respeto, la dignidad de ellos, su presencia, tenerlos con nosotros, verlos en su cotidianidad”, dice Martha

Según la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y la Comisión de la Verdad, en los periodos de 1988, 1996 y 1997 se presentaron los casos más críticos de victimización de los miembros de la Unión Patriótica por parte de agentes del Estado, que padecieron hechos que afectaron su derecho a la vida, a la libertad, a la integridad física, sexual y psicológica, lo que dio paso a que la JEP abriera un caso para priorizar e investigar estos hechos.

Construir la paz desde lo cotidiano

Como menciona el Informe para la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad que elaboró “Familiares Colombia”: “Es necesario fortalecer los liderazgos existentes y fomentar la participación, que reconozcan la experiencia de los familiares, sus saberes populares, su incidencia en la implementación de los planes de búsqueda, y contribuir a una verdad que sea aprehendida en los pueblos por los niños y jóvenes, que trate a las víctimas como protagonistas de una lección de dignidad y constructoras de paz”.

En Colombia, 189.844 personas son víctimas de desaparición forzada a causa del conflicto según el Registro Único de Víctimas. Desde la expedición de la Ley de Víctimas, como medidas de reparación, la Unidad ha brindado atención psicosocial a más de 10.000 familiares de desaparecidos en estas ceremonias y durante las exhumaciones, y más de 71.000 parientes han sido indemnizados con más de 520.000 millones de pesos.

Mientras Gladys, Martha y su equipo esperan por la verdad, la no repetición y no impunidad, agradecen que los interesados en conocer sus historias rompan un día cualquiera su cotidianidad y se acerquen sin miedo, con oídos atentos y respetuosos a conocer las historias que se esconden detrás de los retratos suspendidos en la pared y de sus escritorios. 

 Fin/YUM/COG