Escudo de Colombia y texto de la Unidad para las Víctimas
Historias de vida

Rosa Poveda

Rosita siembra semillas que comienzan a germinar de cara al postconflicto

Nació campesina. Y boyacense. Doble motivo para sentirse orgullosa. Cultivar la tierra está en su ADN. Siendo niña, la raptaron, y abusaron de ella y la vendieron a la ciudad para hacer oficios varios en casas de familia. Y recibió maltratos por no ser diestra en esas labores. Lo suyo era cultivar la tierra. Y luego, siendo mayor, sufrió desplazamiento forzado. Y contra todo pronóstico le apostó a sembrar en la ciudad y hoy sus semillas germinaron y están en Italia, y a punto de llegar a China.

En un lote de 1,800 metros cuadrados del barrio La Perseverancia –conocido como el barrio Obrero de Bogotá porque sus primeros pobladores fueron trabajadores de la primera fábrica de la cervecería Bavaria en la capital del país—funciona la granja ecológica lúdica de Rosa Poveda, una mujer que aún no llega al medio siglo de vida y ya es toda una celebridad en Italia.

Lo es gracias a que hace una década le apostó a sembrar semillas de alimentos, saludables, sin químicos, sanas. “La humanidad come muy mal. Hoy en día los habitantes del planeta nos estamos llenando pero no nos estamos alimentando. El mundo está enfermo porque come mal. Estamos muy cerca de un problema de salud global a causa de la mala educación”, dice la mujer, que dirige un equipo de doce trabajadores en su granja.

El lugar, otrora un basurero, es hoy un remanso de paz, en medio de un barrio que no es ajeno a la pobreza, a la violencia urbana y a donde por años han llegado cientos de víctimas de la violencia, con un pasado de historias de vida tristes, como la de Rosa.

Poveda recuperó el basurero. Lo limpió. Involucró jóvenes del barrio, de muchos de ellos se decía que eran atracadores, o miembros de bandas de tráfico de drogas o vagos o personas sin un futuro. Los puso a trabajar a su lado. Y les enseñó a cultivar y a mejorar las semillas. Varios se dejaron contagiar de su entusiasmo y, alejados de sus antiguos trabajos, prefirieron sobrevivir con las ganancias, escasas, de enseñar a estudiantes de colegios de educación básica y de bachillerato técnicas de reciclaje y promoción de prácticas ecológicas. Otros, prefirieron seguir su antigua vida.

Rosa siguió trabajando. Su proyecto ‘La Granja Escuela Agroecológica Mutualitas y Mutualitos’ comenzó a despertar mucho interés, en especial, de un grupo de mujeres italianas que la conocieron y al poco tiempo la invitaron a Roma y a otras ciudades suizas a que contara la experiencia que la llevó a tener semillas mejoradas y certificadas de 150 especies de plantas. Rosa viajó y expuso su experiencia en la producción de plántulas y semillas a campesinos europeos. A su técnica la bautizaron ‘Semillas Rosita’.

Rosa también es experta en la elaboración de abonos naturales. Y en lombricultura. Y en cría de especies menores. Es decir, sabe consentir la tierra y hacer que ésta le retribuya lo mejor. Hoy se apresta a contar su experiencia a campesinos de Panamá y, según le cuentan, pronto recibirá una invitación del gobierno chino.