Escudo de Colombia y texto de la Unidad para las Víctimas
Historias de vida

Jimmy Chaverra

Jimmy Chaverra, líder que guía los pasos de los bojayaseños

Hace 61 años nació en el antiguo Bellavista (más conocido como Bellavista viejo –cabecera municipal de Bojayá-), Jimmy Chaverra, líder y promotor de los derechos de los bojayaseños, quien vivió la transición de su pueblo después de la masacre y ahora lucha por dignificar las memorias de sus habitantes, ayudando a la reubicación de los sobrevivientes.

Su niñez transcurrió entre los amigos y la escuela César Conto, donde sin saberlo, estaban formando el carácter de un filántropo. “Prácticamente mi niñez la viví allí, era un pueblo muy tranquilo y siempre vivimos sin la presencia de los grupos armados ilegales”, recuerda. Cardenio Chaverra y Avelina Junca fueron sus padres. Desde el colegio se destacó por ser un dirigente. “Yo creo que nací con ese don del liderazgo”, dice.

Jimmy, cuenta que desde el año 1997 para acá, la intranquilidad se apoderó de ese vital territorio chocoano y comenzaron a sentir la influencia de los grupos armados ilegales.

“Aparecieron grupos al margen de la ley, exactamente los paramilitares entre el 97 y cerca del 2000 y después apareció la guerrilla. Incluso en el 2000 la guerrilla se tomó simultáneamente al antiguo Bellavista y Vigía del Fuerte (pueblo antioqueño ubicado en la otra margen del río Atrato)”, asegura y añade que después de eso la policía se fue porque a los agentes de Bellavista los secuestraron y a los de Vigía los mataron.

El pánico comenzó a extenderse y la intranquilidad cayó sobre este pueblo, dos años más tarde, en el 2002 ocurrió la masacre en el Bellavista viejo (cabecera municipal de Bojayá), en la que 79 seres humanos perdieron la vida y un sin número de heridos quedaron con el peso de la guerra sobre su espíritu. “El 1 de mayo de ese año desde las 6 de la mañana empezamos a sentir los primeros disparos por que la guerrilla estaba en Vigía del Fuerte y los paramilitares en Bellavista. Entonces los disparos iban y venían”.

Ese día, sin saberlo, la iglesia del pueblo guardaría en su cáliz la sangres de los inocentes. “Varias personas llegaron a mi casa a refugiarse allí y en horas de la tarde el padre Antún Ramos llega y nos sugiere que nos vayamos para la iglesia, entonces los que estábamos en mi casa dijimos que como la iglesia era la casa de Dios pues allí estaríamos más protegidos. Y decidimos refugiarnos unas 400 personas en la iglesia y otras más en la casa de las monjas agustinas. Yo estaba con mi núcleo familiar que eran mi esposa y mis hijos. Allí amanecimos bastante hacinados y los paramilitares nos toman como escudo porque se ubicaron al lado de la iglesia para dispararle a la guerrilla. Para ese momento la guerrilla ya había atravesado el Atrato y se encontraba en un barrio de Bellavista conocido como Pueblo Nuevo. A eso de las 10 y media de la mañana del 2 de mayo y de un momento a otro, sentí que la silla se me había levantado y el techo ya no estaba y comenzaron los gritos de dolor…acababa de estallar la pipeta de gas que lanzó la guerrilla contra los paramilitares. En mi familia, gracias a Dios, nadie murió, pero sí fallecieron muchos amigos. Entonces después de la confusión decidimos irnos a llevar los heridos a Vigía del Fuerte, guiados por el padre Antún”, recuerda.

El desplazamiento hacia Quibdó

En un afán por proteger la vida, dieron los primeros pasos hasta Vigía del Fuerte. “Estando en Vigía acordamos hacer un desplazamiento masivo hacia Quibdó de las personas que habíamos llegado a Vigía, junto con las que se habían quedado en Bellavista, con el fin de llamar la atención del Gobierno Nacional de la época”, agrega. Y cuenta que en Vigía se quedó resistiendo un grupo encabezado por el líder Arnobio Allím.

El trayecto hasta Quibdó estuvo cruzado por el desconsuelo y el dolor, todos salieron con la moral en el piso. “Debo aceptar que la atención de Acción Social, la Cruz Roja, la Iglesia y las Ongs fue muy buena en Quibdó. Después en Quibdó ya empezó a hacer presencia el Gobierno Nacional y ahí fue cuando tuve el valor y coraje de poner la frente y hablar en nombre de la comunidad y siempre respaldado por la comunidad”, señala.

Hacer oír las voces de los sobrevivientes se convirtió en una prioridad para Jimmy. “Estando ahí en Quibdó creamos el comité y le pusimos inicialmente el nombre de Comité de Desplazados, el cual, por decisión de la comunidad yo presidí (y que aglutinaba desplazados solo de Bellavista)”, dice. En una de esas reuniones con la comunidad y el Gobierno Nacional nació la idea de que el pueblo fuera reubicado, “aunque a decir verdad, Pastrana, el presidente de la época al venir luego del 2 de mayo y ver que el pueblo estaba inundado pues también plantea lo de la reubicación”.

La comunidad se hermanó y comenzó a pensar en su bienestar y en lo que sería más conveniente para mejorar -en medio de los vacíos que deja la violencia- sus condiciones de vida. “Acordamos en varias reuniones que le planteríamos al Gobierno de que la reubicación sí, siempre y cuando fuera acompañado de algunas cosas adicionales que nos permitiera vivir mejor que donde estábamos antes”. Agrega que “varios amigos me dicen que aceptemos la reubicación, aunque había varios que eran un poco reticentes porque no teníamos la experiencia de haber sido reubicados”.

El retorno a Bellavista

Sentirse lejos de casa, con la nostalgia instalada en el cuerpo, sin oportunidades de empleo y sin conocer muy bien el devenir, hizo que los bajayaseños desearan regresar a su pueblo. “Al tiempo, tomaba fuerza aquello de ya dejar Quibdó y devolvernos a Bellavista, entre otras cosas por el alto índice de desempleo que hay en la capital chocoana. Entonces el 1 de septiembre de ese año, es decir, exactamente 4 meses después de la masacre, se toma la decisión de devolvernos para Bellavista, con una serie de compromisos del Gobierno Nacional para corto, mediano y largo plazo. Para este último lo principal era el tema de la reubicación del pueblo”, recuerda.

Volver a Bojayá se convirtió en una pequeña alegría en medio del dolor que fragmentó la memoria de los sobrevivientes. “El retorno a Bellavista fue con un acompañamiento muy bonito porque estaban la Iglesia, la Gobernación del Chocó, la Diócesis, la Defensoría del Pueblo, el Acnur y otras organizaciones. Llegamos y al otro día queda disuelto el Comité de Desplazados, pero en una reunión uno de los asistentes dice que el comité debe seguir porque apenas estamos comenzando y nosotros necesitamos que continúe y me piden que yo siga liderando el Comité. Ya después de varios días nos reunimos con el padre Antún y él me sugiere que en adelante la organización se llame Comité 2 de Mayo para que con ese nombre siempre viva en la memoria de la gente, dijo el padre. Igual seguí presidiendo esa organización por un tiempo más, y en reunión con los integrantes se aprobó ese nombre y se acordó que era la organización que iba a interactuar con el Gobierno en todo lo referente a los compromisos de corto, mediano y largo plazo”, asegura. En seguida el Gobierno Nacional hace presencia casi dos veces por mes y firman un acta donde queda claro que son los interlocutores del Gobierno.

Entre reuniones que vienen y van, se presentó una en Bellavista para acordar el tipo de vivienda que “queríamos para el Bellavista nuevo. Se acordó que las viviendas deberían tener varias habitaciones porque los afros somos familias numerosas. Se acordó entonces hacer una casa modelo en Bellavista viejo (basado en un diseño que nos hizo la Universidad Tecnológica del Chocó), para que la genta la viera y se familiarizara con ella”.

La reubicación del pueblo

Un año después solo había tres viviendas construidas en el Bellavista Nuevo y “arrancamos cerca de 30 personas para Bogotá a quejarnos de la lentitud de la construcción de las casas. Logramos con esa acción que se activara con fuerza la construcción de todas las viviendas previstas”.

“Después de eso yo ya me traslado al Bellavista nuevo y soy el primero en llegar. Al principio hubo mucha gente reacia a trasladarse, sobre todo los habitantes del barrio Pueblo Nuevo. Luego se vino el alcalde y toda la administración municipal y detrás de ellos otro grupo de personas. Incluso para esa época hubo un invierno muy fuerte y Bellavista viejo se inundó, entonces la poca gente que ya quedaba allá decidió venirse”.

Para continuar promoviendo el derecho de los bajayaseños a una vivienda digna y a una reubicación de calidad, Jimmy se vinculó a Acción Social como gestor social de Bojayá. “Hago un trabajo social basado en la experiencia que había tenido como presidente del Comité 2 de Mayo y como interlocutor con el Gobierno Nacional”, recuerda con alegría.

La Unidad en Bojayá

Años después, cerca del 2013, llegó la Unidad para las Víctimas para acercarse a la comunidad interesada en el tema de reparación. “Hemos hecho varias reuniones y creo que en el tema de la reparación colectiva se ha avanzado mucho. Incluso, este fin de semana se hizo la Asamblea de Protocolización del Plan Integral de Reparación Colectiva. Las partes quedamos satisfechas y esperamos que se cumpla a cabalidad. Yo a todo le pongo energía positiva y mucha fe y sé que nos van a cumplir y todo esto servirá para el desarrollo del pueblo bojayaseño”, indica.

Frente al Acuerdo de Paz entre el Gobierno y las Farc, Jimmy asegura que ha sido importante para la región. “Anteriormente cuando uno viajaba de acá hacia Quibdó se iba con el corazón en la mano porque las Farc prácticamente controlaban el río Atrato. Entonces para mí sí ha valido la pena el Acuerdo”.

En la actualidad Jimmy continúa reuniéndose con sus amigos a hacer tertulia política y literaria, sobre todo para hablar de sus autores preferidos Álvaro Salom Becerra y Carlos Arturo Caicedo Licona, y con su liderazgo seguirá buscando el bienestar de su amado Bojayá.